sábado, 30 de junio de 2012

Capitulo II



Capítulo II.

Mi cuerpo y el cuerpo de los otros.

Diógenes, autarquía vivida, caminaba entre los cuerpos de la polis con una lámpara en la mano a plena luz del día, diciendo ‘Busco un hombre’. Buscaba un hombre Diógenes, al modo de su existencia: un hombre que fuera conciente de su libertad y que viviera con la autonomía de quién gobierna sobre sí mismo , pero en la polis era difícil de hallar; el andar domeñado les quitaba a los ciudadanos la libertad del movimiento en la naturaleza vivida, en una ciudad que promovía una máscara social ante la naturalidad corpórea, disolviendo al cuerpo en idealismos . Pero aquella búsqueda de Diógenes no implicaba que no hubiera hombres libres, sólo les faltaba la luz que les ayudara a mirarse libres y no es cualquier luz la que habrá de quitar el velo, ya que la del día era inútil, a la luz de su acción.
Es la luz de la razón la que los ha de guiar, luz que no esta en la cabeza de Diógenes, está en su mano, en frente de él, en y a partir de su propio cuerpo, apuntando hacia cada uno de los cuerpos que se le presentan. Es la luz del conocimiento que otorga la experiencia vivida a la conciencia, experiencia junto a otros, es la luz que está fuera, la que lleva mi cuerpo y va descubriendo en su actuar, la que me permite observar el mismo exterior con claridad y luego comprender lo inmanente en mi, y el cuerpo es el guía de la luz, pues él la sostiene en su mano, miembro de su conjunto físico vivido; entonces podemos decir que en nuestra existencia encarnada encontraremos la clave de nuestro ser autónomo como ser-en-el-mundo. La respuesta a esta anécdota considerada metáfora en este caso, está en la luz de la lámpara, el cuerpo [en este caso, representado por el de Diógenes] y los hombres que se admiran de su brillo en el día, pensando que lo normal es encenderla ante la oscuridad, sin percatarse que aún siguen en la oscuridad pese a la luz del sol, aquellos hombres representan nuestra actitud natural en lo cotidiano, una actitud no reflexiva acerca de lo experienciado, que busca lo que es adentro y no en el viaje cotidiano de fuera hacia adentro, desde lo otro hacia mi y viceversa.
Si el ser humano es libre – al modo en que lo busca Diógenes- si el ser humano es cuerpo, no es cuerpo y libertad sola, es-con. Esta junto a otros seres en lo que él llama su mundo, y es conciente de ellos cuando sale del solipsismo mental y deambula por las calles de la ciudad. En el deambular se encuentra con otros cuerpos que parecieran objetos por no ser él, pero una vez establecido el comercio comunicativo con ellos es posible el flujo íntersubjetivo de la conciencia, lo que permite hacer presente la, subjetividad del otro, es decir, hacer presente en mi que el otro es también una subjetividad para-sí, al modo en que yo también lo soy , por medio de los acto comunicativos por ejemplo, inclusive por el mismo acto de ver

“[La visión] es el acto que me es dado para estar ausente de mi mismo, asistir desde adentro a la fisión del ser, al termino de la cual solamente me cierro en mi ”

En mi mirada del otro, me ausento de mi mismo, contemplándolo, en primera instancia como un objeto, pero luego me percato que el ser que veo es, al modo en que lo plantea Merleau-Ponty “El hombre es espejo para el hombre”, espejo que me refleja, en la metamorfosis de lo vidente-visible que es la definición de nuestra carne y de su vocación . Por que yo también soy visible, en este acto entrelazado en el mundo del ver y verme, del veme tú y verte yo.

“El orden de los objetos del mundo nos devuelve perpetuamente la imagen de un objeto que, por principio, no puede ser objeto para nosotros puesto que es lo que tenemos de ser ”

El otro, visto como objeto y los mismos objetos, son espejos de mi mismo, los cuales me devuelven el reflejo del ser vidente visible que soy, por ellos sé como me veo desde fuera y me es devuelto lo que lo otro tiene de mi.
Si viera a Diógenes, revelaría su cuerpo mi propia existencia, en el comercio comunicativo de su acción performática, donde sus movimientos me develarían su ser mundanal y su discurso, la autarquía de su existencia y también de la mía –como posibilidad de ser-.
Este cuerpo, al modo del mío, que deambula por la polis, percibe a los otros, en primera instancia, como cuerpos extraños, extranjeros que se introducen en un territorio considerado como propio, no como enemigos, sino como lo que yo no soy, y tal sería un sentido inicial para la anécdota de Diógenes, que ni con su lámpara lograba hallar hombres al modo en que él vive su cuerpo, lo cual se debe a que

“Hay algo ajeno, otro (fremd), por que hay algo (que es) propio y no al revés. El sentido ego es transferido desde mí hacia el Otro, si es que es verdad que el Otro es un alter ego”

Es decir, no halla hombres pues en primera instancia y luego por su conducta, aquellos hombres se presentaban como ajenos ante su individualidad corporal, ante su cuerpo vivido desde dentro, pero ello no significa que estos Otros, estos no-yo no sean sujetos al modo en que yo lo soy, ya que como vimos más arriba: el otro es una posibilidad de mi ser, al darle -situándonos en lo que nos dice Ricoeur- desde mi, sentido al otro, transfiriéndole lo que tengo de sujeto, transformándose, éste que percibo ante mi, en un posible alter ego.






.“[considero al cuerpo del otro como ajeno] Por el hecho de que yo mismo soy el centro corporal de un mundo primordial orientado alrededor de mi, lo que hace que mi cuerpo propio quede afectado con el índice del “aquí”, mientras que el cuerpo del otro, cuando aparece, está afectado, en mi mundo primordial, que será entonces el otro, ese cuerpo esté en el modo del aquí absoluto ”

Este cuerpo me parece extraño por mirarlo desde mi punto de vista subjetivo, aquí, mientras el otro está afectado por el allí, aunque su cuerpo esté en el aquí absoluto desde su punto de vista corpóreo. El cuerpo extraño que penetra en mi espacio me causa sobresalto, pero luego hay una acomodación por medio del reconocimiento de este cuerpo, lo que provoca, en ocasiones, que deje de causarme extrañeza .

¿Qué nos causa desconfianza de este cuerpo extraño que penetra en nuestro espacio? En primera instancia es su parecer de cosa distinta de mi ser por verlo desde mi punto de vista carnal –entiéndase carnal como cuerpo vivido-, pero una ves mi conciencia le dona sentido en el reconocimiento de su presencia como otro cuerpo orgánico como yo, como otro para-sí, luego es el miedo a la cosificación, a que él me vea como cosa y pretenda utilizarme como un objeto, al modo en que yo lo vi en una primera mirada, pues la presencia del otro cuestiona mi estatus de sujeto. Objeto que si se apropia de él lo puede destruir, manipular, usar como un medio para conseguir fines personales, pasando por sobre mi ser existencia, creyendo que realmente puedo ser un objeto bajo su mirada cosificante. Sin embargo por ser cuerpo, no soy un mero objeto, soy su espejo, su otro yo o aquello que él no es, a partir de lo cual se va conociendo, soy inevitablemente parte de su ser, el lado del conocimiento de si mismo del cual sin mi carecería, por su ser-con, en el mundo.
Para una comprensión cabal del ser del ser humano en su relación con su cuerpo y el cuerpo de los otros, describiremos a continuación las formas en que se presenta lo corporal al individuo: en su ser para-sí y su ser-para-otro, en su facticidad mundanal. Ya que la experiencia de mi cuerpo y el cuerpo de los otros se da siempre a partir de mi yo, en apariencia, solipsista; yo a partir del cual experimento el mundo y reconozco en él la comunidad de existencias humanas.


I. El cuerpo como posibilidad de ser.


Directamente diremos, en palabras de Sartre, que ‘mi cuerpo indica mis posibilidades en el mundo ’, siguiendo la misma línea, puedo decir que mis manos son la posibilidad que tengo de pintar, de escribir, de materializar las ideas creadas, la posibilidad de hacer y construir mundo, y de ser-en-el-mundo de alguna forma: en actividad. En este sentido mi cuerpo es mi posibilidad de ser.
El que sea mis posibilidades en el mundo acentúa el valor de lo corporal, ya que sin él mi conciencia sería nada – la ilusión de un fantasma que deambula sin el cuerpo, acontecimiento mítico, hasta que no hallemos una forma, si es que se da como tal, de conocerlo en ese estado - además, tal nueva valoración desprecia el segundo plano en que se le ha dejado a lo largo de su estudio, el cual lo considera una cosa más del mundo, realzando la importancia del aspecto abstracto del ser humano separando finalmente al cuerpo de su conciencia, o desde el punto de vista de las ciencias: realzando la parte carnal, de objeto, del cuerpo humano olvidando lo propio de sí: su subjetividad.
Si surgen problemas entre el cuerpo y sus relaciones con la conciencia, se debe a que se considera al cuerpo como cosa, con leyes propias y definibles desde fuera. Cuerpo vuelto objeto por mi razonamiento científico, debido a que “La ciencia manipula la cosas y renuncia a habitarlas ” viendo al cuerpo como un objeto al cual es difícil unir mi conciencia por no ser el cuerpo tal cual es para mí sino más bien semejante a un cuerpo muerto en medio del mundo que intenta dar razón de él, un cuerpo no experienciado si se piensa de la siguiente manera:

“Mi esencia consiste en únicamente esto: que soy una cosa pensante. Y aunque acaso (o mejor…, con certeza) tenga un cuerpo que me está estrechamente unido, dado que, sin embargo, por una parte, tengo una idea clara y distinta de mí mismo en cuanto soy únicamente una cosa pensante, no extensa, y, por otra parte, tengo una idea distinta del cuerpo, en cuanto es únicamente una cosa extensa, no pensante, resulta cierto que soy realmente distinto de mi cuerpo y que puedo existir sin él ”

Encontrando en ello una clara distinción entre lo que soy yo y el cuerpo que soy, pensando el mundo desde un solipsismo que no aprecia que me muevo en él gracias a este cuerpo vivido , considerando aquello no como la otra cara de la moneda de la verdad, sino como mera opinión

“Las cosas que pertenecen a la unión del alma y del cuerpo (…) se conocen con mucha claridad por los sentidos (…) haciendo uso sólo de la vida y de las conversaciones ordinarias, y absteniéndose de meditar y de estudiar las cosas que ejercen la imaginación, es como se aprende a concebir la unión del alma y el cuerpo ”

Estas palabras de Descartes tienen el fin de acentuar que los sentidos no aprecian correctamente la distinción entre alma y cuerpo, estimando una unidad donde no la hay, por medio de las experiencias en lo cotidiano, en la vida, experiencias que nos permiten experimentar la unión entre alma y cuerpo, en un aprendizaje que se consideraría una costumbre, mientras el autor del discurso del método medita plácidamente y en su subjetividad es capaz de apreciar las diferencias entre ambos elementos de la existencia, nombrándolos res extensa y res cogitans, para su mejor comprensión. Pero en estas frases, desde otra mirada, Descartes enuncia realmente una gran verdad: en la experiencia, en la vivencia es donde es posible vivir la unisonía mente cuerpo,

“La unión del alma y del cuerpo no viene sellada por un decreto arbitrario entre dos términos exteriores; uno, el objeto, el otro, el sujeto. Esta unión se consuma a cada instante en el movimiento de la existencia. Es la existencia lo que encontramos en el cuerpo al aproximarnos mediante una primera vía de acceso, la de la filosofía”.

pues es en la existencia es donde el ser humano está y en ella se desenvuelve su verdad: ser ahí, entonces el error no es que la experiencia me de una unión que no es tal, sino que es la separación de alma y cuerpo la que me lleva al error de la distinción radical. Yo vivo en el mundo, soy cuerpo, esta es mi fáctica realidad. En ella está la simpleza de la verdad más presente.

¿Qué hacemos en el mundo? ¿No practicamos el vivir una vez saliendo de nuestra sala de estudio para dirigirnos a la merienda, por ejemplo? El entendimiento puro, al parecer, es el que se olvida de nosotros, cuerpos tangibles, cerrando los ojos y encerrándose en su caja. Pero desde aquí le decimos que no puede continuar ocultándose del mundo de la vida corriente, pues en algún momento deberá ir al baño.
Descartes hace una distinción entre este ser humano de la vida y el sujeto pensante y en ello radica esta conjunción yo-cuerpo que no logra ser uno en su razón clara y distinta

“En cuanto es considerado en sí mismo el hombre en su totalidad, afirmamos absolutamente que él es un ente per se, y no per accidens, debido a que la unión por la que el cuerpo humano y el alma se conjuntan entre sí no le es accidental, sino esencial, ya que sin ella el hombre no sería hombre ”

Este tipo de pensamiento distancia el hecho de ser una mujer/un hombre y el hecho de ser un sujeto pensante, y en esto lo esencial para el hombre puede no serlo para el yo-sujeto . Aquí cabría la pregunta ¿qué es lo esencial, el pensar puro o la vida?
Con Kant, el Sujeto tomó tal primacía que terminó devorándose el mundo donde nos situamos, en el pensamiento puro, mundo que el ser humano da por supuesto y en tal supuesto lo olvida hasta su disolución en la racional mente. Racionalidad que acaba situándose en una relación difícilmente feliz con lo sensible, en palabras de Sloterdijk

“El <>, traducido a la práctica, significa <>…comenzando por la propia sensibilidad. Sin embargo, intelecto y sensibilidad son inseparables […] En un futuro próximo sólo un fisonomista podrá ser un filósofo que no mienta […] para evadirse de ese ámbito de cabezas divididas y, por consiguiente, perversas [dando paso a] una teoría de la conciencia con pelos y señales (y también dientes) .”

Este yo- sujeto que piensa, que pretende un razonar claro y distinto, debe recordar que existe corporizado, no siendo sin el cuerpo, y tal existencia se desenvuelve en lo diario, es vivenciada y es así como efectivamente existe cada mujer y cada hombre en el mundo, viviendo su cuerpo, sin desmerecer la utilidad de esta razón pura para el estudio y la ciencia que también enriquecen nuestro entendimiento, meditación subjetiva que nos permite comprender lo que vivimos y experimentamos, en un cuerpo pero, como diría Sócrates: la virtud se puede instruir intelectualmente, pero la virtud misma se conoce actuando virtuosamente, es decir: intelecto y vida, pensamiento y experiencia son capaces de ofrecernos un conocimiento acabado de lo que vamos develando en el vivir.
Esta apreciación de cosa en que recae el pensamiento sobre el cuerpo – cosa mía como útil-, por su distinción de lo que soy yo en una mirada de mero transporte de mi conciencia, se asemeja más al cuerpo de lo Otro: en medio del mundo, cuerpo cosificado por la vivencia que tenemos de él; mirada desde fuera que capta a mi cuerpo y al de los otros seres humanos como una cosa entre las cosas, siendo que desde mi perspectiva es el cuerpo que vivo ‘aquello por lo cual las cosas se me descubren’ sin olvidar que desde el punto de vista de los otros ‘es una cosa entre las cosas ’.

“Es necesario que el pensamiento de ciencia –pensamiento de sobrevuelo, pensamiento del objeto en general- se vuelva a situar en un “hay” previo, en el sitio, en el suelo del mundo sensible y del mundo trabajado, tal como está en nuestra vida, para nuestro cuerpo […] este cuerpo actual que llamo mío, el centinela que asiste silenciosamente a mis palabras y mis actos ”

El cuerpo se haya en este plano objetivado, pero también es su ser-para-sí (íntegramente cuerpo, íntegramente conciencia, además de estar situado en el mundo) por ello es menester, para evitar falsos problemas, establecer los planos ónticos que permiten hablar del cuerpo, para dejar de confundirlos, olvidarlos, primar uno sobre otro y evitar absurdos. Y situar al cuerpo en donde despliega sus movimientos: este olvidado mundo.
En su libro Ser y la nada Sartre divide al ser en dos regiones: lo ser-en-sí y lo ser-para-sí el cual insinuamos más arriba, ambos, son dos planos mutuamente irreductibles en los que se haya el cuerpo aquí, planos en los que podremos reivindicar la relación del sujeto con su cuerpo y con el mundo , desde el punto de vista de la fenomenología, y por ende, con su propio cuerpo, cuando comprendamos el ser-para-sí y el ser-para-otro, modalidades de lo corporal.

a. La experiencia del Ser-para-sí desde mi cuerpo vivido o el actor.

El ser-en-sí es el ser de las cosas, los objetos que están-ahí en el mundo, las realidades no-yo. El ser-en-sí no es consciente, pues la consciencia exige una especie de escisión, de hueco en el ser, y el ser-en-sí es lleno, este hueco producto del ser conciente es la nada que no pertenece al ser, es la negación del en-sí tomando distancia de él, pues es un atributo que nosotros introducimos en la realidad, por ser nuestra conciencia la nada de ser . El ser-en-sí simplemente es y por ser de este modo, sin justificación, ni sentido alguno, sin poder ser explicado o deducido, está demás; es un puro hecho, sin causa, sin razón, su existencia es absurda , es puro se ahí.
El ser para-sí es negación del ser en-sí, ser compacto del mundo, es el ser que toma distancia frente al mundo, sin dejar de ser en él, pues se haya situado, existiendo en él; es el punto de vista de cada cual y desde el cual somos concientes de lo que nos rodea y concientes de nosotros mismos, punto de partida y de llegada de las trascendencias vivenciadas en el acto de conocer lo que me rodea, el ser-para-sí es cada uno de nosotros situados en el mundo, viviendo en él, es el ser de las personas en tanto que subjetividades, que cuerpos vividos desde dentro, en tanto dotados de conciencia y libertad desenvuelta en el cotidiano mundanal. Es mi ser, desde mi esfera de pertenencia, desde mi cuerpo, es mi cuerpo fenoménico que es ahí.

“El para-sí es por sí mismo relación con el mundo. Cuando niega de si mismo ser el ser, hace que haya mundo y trascendiendo esta negación hacia sus propias posibilidades descubre los estos como cosas-utensilios ”

Tal relación con el mundo no es de sobrevuelo, como la mirada de la ciencia, es a partir de su ser aquí, de su compromiso con el mundo, de su estar arraigado en aquel espacio que lo hace ser, junto a otros.
Esta es la facticidad del para-sí: nuestra relación común con lo no-yo, con la dimensión de cosa u objeto, con las existencias ya hechas, dadas ahí en el mundo y con los otros individuos, en la experiencia cotidiana del vivir. Y en esta facticidad que me es propia, este mundo me es develado, en mi percepción de él, con un cierto orden, que se da a partir de mi cuerpo y sus movimientos, es decir: los objetos que en él hallo, no se dan ante mi desordenados, sino conforme a una orientación que es producto de mi cuerpo, de mi contingencia. Es necesario que un objeto se me aparezca orientado, pero depende de mi contingencia corpórea el que se sitúe a mi derecha o a mi izquierda, lo que depende de mi decisión de posición –orientación de mi cuerpo en un lugar determinado- en el mundo, hecho que devela mi ser punto de vista subjetivo sobre este mundo, un punto de vista del cual no puedo desprenderme: mi subjetividad, la que le da sentido y orientación a todo lo que está en el mundo.

“El punto de vista puede avecinarse al cuerpo hasta casi fundirse con éste (…) y se funde por que el cuerpo es mi punto de vista sobre el cual no puedo adoptar un punto de vista ”

Si tomo un punto de vista sobre mi propio cuerpo, sería yo la mirada externa, la que cosifica, y remitiría al infinito de los puntos de vista; por ello no hay conciencia del cuerpo desde el plano de la conciencia tética -conciencia del objeto- en palabras de Sartre, sino que el cuerpo pertenece a las estructuras de la conciencia no-tética (de) sí –conciencia reflexiva de sí mismo- , en ello descubro que soy pura subjetividad vivida y que no tengo otra forma de experimentar mi cuerpo, el mundo, mi existencia y a los otros. Esta conciencia de sí, Sartre la ve en tanto proyecto libre, hacia una posibilidad que nos pertenece y que elegimos, por tanto: vivo el mundo desde el punto de vista de mi para-sí, y aquel punto de vista orienta lo que me rodea, le da sentido y trasciende lo que le rodea hacia sus propias posibilidades de existencia: lo vive según su opción.

“La conciencia del cuerpo es lateral y retrospectiva, el cuerpo es aquello de que se hace caso omiso, lo que se calla, y es, sin embargo, aquello que ella [la conciencia] es; la conciencia, inclusive, no es nada más que el cuerpo; el resto es nada y silencio ”

Nada es la conciencia sin el cuerpo con el que son uno en la experiencia mundana, perspectiva inseparable de sí misma. Mi cuerpo se torna entonces mis posibilidades de ser, engloba todo lo que tengo y puedo ser: es mi nacimiento, mi raza, mi clase, mi nacionalidad, mi estructura fisiológica, mi carácter, mi pasado

“En tanto que lo trasciendo en la unidad sintética de mi ser-en-el-mundo, es mi cuerpo como condición de necesidad de un mundo y como realización contingente de esa condición ”

Condición que depende exclusivamente de mi decisión actual, aquí, hoy y ahora. Somos elección necesaria y permanente mientras viva, pues el ser para nosotros es elegirnos constantemente, elegirnos entre nuestras posibilidades de ser, ya que no soy todo a la vez; elección en este cuerpo que vivimos y que no deja de ser existido, de nuestros movimientos y creaciones mundanas, de la realización de nuestros proyectos de vida, cuerpo que es encarnación del pasado en el que nos situamos, pasado que no podemos obviar, pasado sobre el cual nos vamos construyendo como proyectos corpóreos, en este cuerpo que no elegimos, pero que es la caja de herramientas con las que podemos construir lo que decidamos ser a partir de este punto de vista que no puedo trascender, y en ello le voy dando forma, voy construyendo en este espacio, pues es en lo que me encuentro encarnado de forma presente.

Somos presente, nos dice Sartre, presentes arrojados al mundo que siempre están por hacerse, al no encontrarnos ya dados , una existencia que simplemente está ahí en una gratuidad, que nos revuelve el estómago y nos hace experimentar la náusea , presente que nos recalca nuestro aspecto fáctico, contingente en la circunstancia concreta que nos toca vivir, que puede limitar nuestras posibilidades de elegir, donde nuestra libertad aparece como constante lucha con ella: la situación actual sin olvidar que nos encontramos con nuestro pasado en el reflexionar sobre nosotros mismos, y tal pasado que esta hecho, terminado e inmodificable, nos recalca que ya estamos aquí, con rasgos con los que ya contamos, y que permiten observarme como objeto. Tal pasado me revela otro aspecto de mi facticidad.
A pesar de mi ser fáctico, no soy cosa, sigo siendo un proyecto con vistas hacia el futuro, constructo de vida primario en el ser humano, el cual permite generar mundo y sociedad desde aquí, el presente, hacía lo que seremos, por la libertad que nos es propia.
Y en tal facticidad somos libres, o mejor dicho: el ser del hombre es libertad y aquella condición no es una elección, es un hecho; en palabras de nuestro autor: por carecer de esencia. Carecemos de esencia pues no somos en-sí, no nos estamos ya dados, somos un proyecto que en su desenvolverse activamente va siendo negación de mundo , escapando a los mecanismos y reglas que rigen a los demás seres, existiendo más allá, trascendiendo el mundo en esta negación práctica, libertad que es la constitución de nuestros propios fines, del propio ser del hombre por la elección de aquellos fines por los que me iré rigiendo. Estamos arrojados en el mundo con una conciencia vacía que se va llenando en la existencia, donde nos forjamos y comprendemos luego que la existencia precede a la esencia , ya que existimos, nos encontramos, surgimos en el mundo desplegando nuestras posibilidades y luego nos definimos , no siendo esta definición una determinación sino más bien lo que se renueva.
En un comienzo no es posible decir: esto soy yo y lo seré por siempre, sólo después de la muerte, ya que el ser humano es lo que se va haciendo, es ser-en-el-mundo, junto a otros que están en la misma condición que él, bajo los límites de la condición humana, que no coartan su elección, pero que definen el espacio en el que se desenvuelven todos los proyectos de vida de cada ser humano, son los límites a priori que bosquejan nuestra situación fundamental:

• Estar arrojados en el mundo.
• Tener que trabajar
• Vivir en medio de los demás
• Ser mortales

Aquellos cuatro hechos son inevitables, todos nos enfrentamos a ellos, aquella es la situación y ante ella me enfrento libre y responsable de mis elecciones. Ellos no definen lo que soy, por que soy lo que he decidido ser, me construyo a través de lo que elijo ser cada vez, en cada proyecto de vida con una responsabilidad no solo individual sobre mis actos, sino que también social. Soy radicalmente responsable de mis actos, lo que me genera angustia, al tener cada una de nuestras decisiones una dimensión social, pues cuando elegimos un proyecto de vida estamos eligiendo un modelo de humanidad y es inevitable hacerse la pregunta: ¿Y si todo el mundo hiciera lo mismo? Estamos desamparados en el mundo ante estas elecciones fundamentales, somos inevitablemente responsables de nosotros mismos y no tenemos excusas. De ello surge el temor, el miedo a nosotros mismos, miedo a nuestras decisiones, a los grandes errores, a las consecuencias. En ello estoy desamparado: yo solo elijo y elijo para la humanidad. En ello estoy desesperado, por el compromiso que adquiero con mi propio proyecto, no estando jamás el mundo acomodado a nuestra voluntad, sino que lleno de factores imprevistos. Soy vida, vivo y existo y la relatividad es en lo que me encuentro.
Solo la muerte ha de ser capaz de transformarme en una cosa, en lo fijo. La muerte es la gratitud que nos llega, lo inevitable, lo que está más allá de nuestra subjetividad: lo inevitablemente absurdo que nos llega, con lo que culmina finalmente el absurdo de la existencia “Es absurdo que hayamos nacido, es absurdo que muramos ”. El ser que somos todos es pura actualidad, realidad.



b. Mundo o el escenario.

“El mundo es inseparable del sujeto, pero de un sujeto que no es más que proyecto de mundo, de un mundo que él mismo proyecta. El sujeto es ser-en-el-mundo y el mundo permanece “subjetivo” puesto que su textura y sus articulaciones son esbozadas por el movimiento de trascendencia del sujeto ”

Mundo es mi relación con él y somos inseparables al modo en que un actor es inseparable de su contexto-escenario, ya sea montado o callejero, pues su acción se da sobre un fondo sobre el cual él está y que a la ves el mismo genera, y sin este espacio su performance corporal perdería sentido.
No podría definir mundo sin esta correspondencia mutua, ya que se va generando gracias a mi (como parte de la humanidad creadora de cultura , en su forma y contenido) y por que está ahí dado antes de que yo nazca, como el espacio donde se poza mi cuna; mundo al que no le puedo arrancar mi vida subjetiva pues la única manera de la que a él tengo acceso real es a través de mi experiencia, lo mismo engloba a la existencia de los Otros, por medio de su experiencia del mundo acceden a él, a nuestro entorno común.
Aunque cambie, aunque cambien sus contenidos, estoy siempre en relación consciente con el mismo y único mundo, y es él el que le entrega el sentido de ser real mundanal a todo aquello que aparece y surge en él: nosotros con nuestro cuerpo y psique, lo que generamos y creamos para conformarlo a él, nuestra tradición, nuestra historia humana, sociedades, diversidades culturales, etc.. Mundo que es un estar siendo siempre ahí, un campo abierto a toda experiencia posible por ser su horizonte, la tierra que piso con el vestuario que cubre mi cuerpo creado con sus materias primas.
Este mundo no está vacío, en el estoy yo, los otros (otros seres vivos) y lo otro (cosas, objetos) y mi relación con ellos es intencionada por mi conciencia en cada uno de mis movimientos corpóreos, en cada actividad quinésica que despliego en él, en mi acción.
Este mundo al cual nos referimos es el mundo de la vida, base de todas las demás miradas sobre él: la científica, la filosófica, la de las bellas artes y la cotidiana, en nuestra actitud natural . Mundo de la vida donde se confirma la coherencia de todas las conciencias objetivas mediante la intersubjetividad , mis relaciones intelectuales, de conocimiento con los demás seres humanos con los que comparto el mundo, con los que creo, genero y determino la manera en que comprenderemos la realidad, en la evidencia originaria experimentada, en la praxis. El mundo es aquello donde todo objeto descubre y recibe su sentido de objetividad –dado por mi íntima relación con lo otro - diría Husserl: donde lo mundano tiene la forma categorial de la intersubjetividad, ya que es la humanidad mancomunada la que genera el sentido y orientación del mundo, transmitiéndose generacionalmente. Cultura, tradición humana, acumulación y suelo donde transito, esto es lo que llamamos mundo.
¿Cómo es posible este acuerdo intersubjetivo entre las conciencias, este acuerdo de un mismo mundo común?
En actitud natural experimento a este mundo como el único y mismo, aprendo a los otros yo-sujetos como otros seres humanos. Este acuerdo íntersubjetivo, que pareciera cotidiano y dado, es posible a partir de un vínculo entre conciencia y cuerpo que remite a una
“…unidad natural empíricamente intuitiva, por la cual la conciencia adquiere una situación en el espacio natural y en el tiempo de la naturaleza ”
Es decir, hay un vínculo entre cuerpo y conciencia dado en la experiencia cotidiana del vivir, lo que permite intuir una unidad entre ellas, la cual hace posible la comprensión mutua entre los sujetos animados que pertenecen a un mundo, fundándonos en la percepción de sus manifestaciones corporales que me van develando que son un cuerpo al modo del mío y su psiquismo por medio de sus acciones, teniendo en cuenta previamente que existimos junto a otros ser humanos que estén en el mundo al modo de nosotros .
Por el hecho de estar junto a otros experimentando el mundo, me enfrento a dos miradas sobre lo mundanos:
1º La mirada desde mi subjetividad, mediante cuyo trabajo se constituye el mundo que vale para mi con todos sus contenidos.
2º La mirada del mundo que compartimos con los otros, mundo objetivo, el cual
“Posee la forma categorial de un ser verdadero para mi y para todos, y de una vez y para siempre ”
Este mundo objetivo, conocido a partir de nuestras subjetividades es el que compartimos con lo Otros seres humanos, por ello la experiencia mundana ya no sólo compone mi experiencia privada, sino también la experiencia de una comunidad de individuos, subjetividades, con los cuales me comunico por medio de la imapatía, nuestra experiencia mundana, la que me permite el conocimiento de su ser sujeto, conocedor del mundo como yo y descubrir este mundo comunitario.
En la impatía
“El yo se descubre (‘se interioriza’) a si mismo como sujeto de su vida y sujeto de su mundo circundante, y el yo extraño es (descubierto) como Otro yo mediante la retrorelación al sujeto propio que se refleja a sí mismo ”

Y en el descubrimiento del yo extraño, me descubro a mi mismo no solo como producto de mis actos, sino también como un constructo social, pues el otro está en los libros que leo, en la historia que vivo, en cada objeto espiritual-cultural que es producto de la comunidad humana en la que estoy encarnado.

“En la impatía tengo la representación de un yo extraño o ajeno con el que, sin embargo, estoy eo ipso en concordancia que es mi propia posibilidad ”

Concordancia de conciencia que supone un ‘co-poner, co-juzgar, co-valorar, co- desear’, en suma: un mundo circundante común, de objetos culturales desde los cuales provienen nuestras convicciones, maneras de concebir el mundo, prejuicios y variados tipos de conocimientos productos de la labor humana. Esta relación de conciencia que poseo con el otro, me permite afirmar que en conjunto somos una comunidad comunicativa de sujetos personales, una pluralidad de individuales enraizadas en el mismo contexto mundo que se genera por nuestra producción en él, es así como

“La comunidad intersubjetiva, comunicante, tiene un mundo común, un horizonte común indeterminado, una sensibilidad común y un apercepción persistente ”

donde todo lo que se genera en este mundo es comunitario, pues cada uno es una hebra del tejido mundanal que es una co-construcción individual, donde cada uno de nosotros es pieza clave en su cimentación, en palabras de Husserl

“Mi vida y la de Platón son una. Yo continúo su trabajo, la unidad de sus logros (Leistungen) es un miembro de la unidad de mis logros; su esfuerzo, su querer, su configurar (Gestalten), se continúan en las mías ”

enunciado que describe unas de las características fundamentales de nuestro convivir común: la unilateralidad, y la reciprocidad la cual refiere al trabajo en conjunto (Zusammenarbeit), a la colaboración, ejemplo de la constitución de logros comunitarios (Gemeinschaftsleistungen) en la mutua comprensión.
La coincidencia en un mundo forjado por todos, el acuerdo de estar situados en el mismo mundo es producto del entrelazamiento intencional de las conciencias, que son conciencias de mundo, lo cual permite que unas y otras puedan coincidir.
“Así, las conciencias personales se unifican con otras conciencias separadas y se produce la unidad de una conciencia transpersonal o ‘sobre personal’”
Donde mis pensamientos, como logros activos, se apoderan de otros pensamientos tanto propios como extraños, y en tal apoderamiento me voy constituyendo a mi mismo en lo que soy: un sujeto cultural, conectado intersubjetivamente con otros seres, en una unidad que no es metafórica ni lingüística, en un sentido abstracto, sino que conformo junto a otros una unidad orgánica de la humanidad

“La cual se conforma por todas las acciones humanas, no siendo aisladas [donde] la impatía funda al ser, los hombres son unos para otros en un ‘horizonte de vida común’; en esta comunidad se motiva a otros y se es motivado por otros (…) en suma, los sujetos existen comunitariamente ”
y en ella [unidad orgánica] estoy inserto, aquel es el mundo del cual no puedo arrancarme, un mundo conformado de cuerpos en movimiento, cuerpos que generan, cuerpos con los que estoy conectado, cuerpos a los que puedo acceder, cuerpos como yo, conjunto de seres vivos sin el cual estaría en el vacío.
Mediados por el mundo nos percatamos de nuestra íntima relación con él, en un rol activo y práctico que se desenvuelve en la vida social y comunitaria. En este contexto comunicativo se nos plantea la relación ‘yo y tu’ en la que ambos nos comprometemos y nos descubrimos el uno al otro, el uno con el otro. En él nos encontramos con los objetos culturales, objetos universales por ser intersubjetivos, fruto de la experiencia de y con los otros, mundo humano de donde provienen muchas de mis convicciones, fruto de la comunidad de egos, de la co-participación de y en un mundo sensible común.
En él obtenemos, encarnados, la verdad mundano vital –nuestro estar y ser encarnados en el este mundo- que esta íntimamente ligada a lo subjetivo-relativo, a la situación específica -a nosotros mismos -, ya que nuestro cuerpo, al percibir, crear, al moverse

“[…] tiene las cosas en círculo alrededor de sí, ellas son un anexo o una prolongación de él mismo, están incrustadas en su carne, forman parte de su definición plena y el mundo está hecho con la misma tela del cuerpo ”

Por estar nuestra sensibilidad, vivencias y existencias, presas en medio de las cosas, en medio del mundo, nuestro escenario de existencia; por esto en él encontramos enraizadas todas las demás daciones que se nos presentan y en nuestra propia vida, la que lo niega para ejercer su libertad inherente, como especificamos más arriba, sin salir de él, por estar ligada su existencia a su escenario primordial, al espacio vivido.

Para dar ejemplo a nuestra íntima relación con el mundo donde convivimos mutuamente, nuestro espacio de movimiento, nos apoyaremos en la mirada de Merleau-Ponty sobre la pintura.


Paul Cézanne, Cinco bañadores.

En la enseñanza clásica, se diferenciaba el dibujo de la pintura, al modo en que se distinguía del espacio las cosas que ‘lo habitan’, se buscaba

“Descubrir en cada objeto… la manera particular como se dirige a través de toda su extensión… una cierta línea flexuosa que es como su eje generador ”

Dentro de la misma línea, se fue develando que aquella generación puede estar dada por

“‘Ninguna línea de las líneas de la figura’ que ‘no está más aquí que allá’ y sin embargo ‘es la llave de todo ’”

En el descubrimiento de que no hay líneas visibles en sí. Las líneas podrían estar encargadas de circunscribir los objetos visibles pero estos se forman por sí mismos y descienden a lo visible como venidos de un anterior mundo pre-espacial . No se trata de excluir, con ello, toda línea de la pintura, sino dar cabida a lo que comienza a emerger en esta nueva forma de concebir el trazo en el entramado pintura. En ello Paul Cézanne desde el arte visual nos dijo: a medida que se pinta se dibuja, es decir que pintura y dibujo son parte del mismo entramado, son una unidad indiferenciable, dada en el mismo instante temporal en que se dibujo-pinta, fusionándose en el espacio que se va generando tras el trazo del artista, en la superficie en que se despliega la obra naciente, lo que se puede apreciar en el cuadro ‘Cinco bañadores’ por ejemplo, en el cual los trazos de los cuerpos humanos se entremezclan con los trazos del mundo donde se halla la laguna o charco en el que se bañan y los hombres de cuerpos desnudos, estando relacionados unos y otros en la unidad pintura-mundo, sin indistinción apreciable, perdiéndose sus diferencias espacio-objetos, en el estar-con, que los liga en el tejido pintura.
Resulta difícil diferenciar mundo y cuerpo, acción humana y mundo, en este estilo del trazo, donde la perspectiva-mundo esta tan cerca del cuerpo, tan íntimamente ligado uno con otro, que pareciera que fuera parte del cuerpo mismo, o fueran lo mismo en el actuar. Si lo llevamos al concepto de espacio, pensando que la pintura es un mundo en sí mismo que se basta a si misma en un solo instante, tenemos que gracias a la geometría no euclidiana se comprendió que el espacio pasa a concebirse en una heterogeneidad de sus partes y de sus dimensiones que dejan de ser sustituibles, volviéndose imposible distinguir las cosas del mismo espacio, del mismo modo como ocurre en la pintura y sus partes, ya que son parte de un todo.

“Cada punto del espacio es y es pensado ahí donde está, uno aquí y otro allí, el espacio es la evidencia del dónde. Orientación, polaridad, envoltura, son fenómenos derivados de él, ligados a mi presencia ”

Es decir que hay espacio por que hay cuerpos que permiten que haya espacio, lo cual se va develando en sus movimientos que van dándole orientación, por efecto de mi presencia, por ejemplo.


“Es un espacio contado a partir de mi mismo como punto o grado cero de la espacialidad. Ya no veo conforme a su envoltura exterior, lo vivo adentro, estoy englobado en él. Después de todo el mundo está a mi alrededor, no frente a mi ”

ahora apreciamos de forma más clara cómo es que Merleau Ponty acentúa que nuestra relación con el espacio –el mundo circundante- no es la de un puro sujeto descarnado y un objeto lejano, sino la de un habitante encarnado en el espacio, lugar donde sus acciones tienen sentido fusionadas con el mundo, mundo donde es posible comprender el actuar del individuo, ya que sin el mundo que lo circunda los actos de mujeres y hombres serían nada en la nada, pues el sujeto pensante, como sujeto encarnado, está en el mundo siendo una hebra del tejido, en que logra ser y desplegar sus distancias, con referencia a los demás objetos del mundo, por ocupar una posición corporal dentro de él, acontecimiento que le da sentido y le permite generarlo por medio de su actividad.


Figura 1 Figura 2

En el contexto del cuadro de los cinco bañadores, retrato de una vivencia humana, pierde sentido si en él no se halla el cuerpo que lo habita [ver figura 1], dejando de ser el hecho del bañarse de cinco hombres desnudos, transformándose en el bosque de cinco ausencias, al no estar presentes los cuerpos ni su mirada dadora de sentido, transformándose este tejido en el bosque de un planeta que no es mundo. Perdiendo sentido el mundo-cuadro, sin la existencia de los cuerpos y vidas humanas. Del mismo modo, se pierde sentido sin el fondo mundo [ver figura 2]. Deja de tener orientación y significado al estar en ninguna parte los cuerpos de cinco hombres, pues son lo que son en situación, ahora se hayan separados, sin ligazón entre ellos, dejando de ser cinco hombres juntos, sino cinco elementos en el vacío. Incluso se pierde el sentido de sus movimientos, dejando de ser bañadores y transformándose en cinco cuerpos desnudos que secan su cuerpo, mientras otros están cercenados. Desvirtuándose, con ello, sus movimientos en la ambigüedad de interpretaciones. Incluso las formas de sus cuerpos ya no serían las mismas por las tonalidades lumínicas, por el contexto cultural en el cual estaban insertos, por la perdida de orientación espacial, entre otras bases que aporta el mundo a nuestra existencia.
El ser humano, como apreciamos en los ejemplos anteriores, esta encarnado en el mundo, ligado a él en una posición que esta en movimiento constante sobre la superficie mundo, mundo contexto donde su existencia adquiere sentido y auto-significación, y significado otorgado por otros con los que co-existe en el tejido mundano, donde va generando un tránsito en él al modo de un diálogo con el mundo, donde no se comprende el ir y venir del cuerpo sin la superficie donde va y viene, sin su interlocutor. Encarnado al modo del cuadro ‘Cinco bañadores’, en el cual se pierde el sentido de la escena espacial que se nos presenta si de él arrancamos los cuerpos o quitamos la perspectiva del mundo y dejamos a los cuerpos solos, como meros cuerpos.
A este ejemplo, podemos añadir el que da Merleau-Ponty, en su texto Fenomenología de la percepción, en el cual nuestra íntima relación con el mundo es lo que permite comprender todo lo que tenemos de ser –nuestras posibilidades- y comprender a nuestro cuerpo como siendo aquí, en el mundo, en unidad versátil con su conciencia.
“No puedo comprender la función del cuerpo viviente sino realizándola yo mismo y en la medida en que soy un cuerpo que se endereza hacia el mundo (82)”
Con ello Merleau-Ponty afirma que el cuerpo con el que experimento el mundo no es un cuerpo objeto, sino que es un cuerpo que vivo desde dentro, un cuerpo que existo de dentro hacia fuera, sin la primacía de un momento sobre el otro, sino en un entramado indisoluble en la existencia, en el cual la conciencia del cuerpo va invadiendo todo el cuerpo, difundiéndose por todos lados, desbordando, el comportamiento en el mundo, la centralidad de la conciencia, como se cree: alojada en el cerebro, a cada rincón de lo corpóreo.
En tal dispersión de la conciencia en el cuerpo, encontramos un fenómeno que puede esclarecer nuestra relación con el cuerpo habitual, el propio, y nuestra relación con el mundo que vivo: el fenómeno del miembro fantasma.
En este fenómeno, una emoción o una ocasión que recuerde las emociones experimentadas en la herida, hacen aparecer un miembro fantasma en sujetos que no lo tenían. Es decir: frente a la ausencia de mi brazo biológico aún persiste la presencia de un brazo con el cual experimento sensaciones de dolor a pesar de que tal brazo ya no exista físicamente .
Cuando nuestro cuerpo se mueve, se va generando en nosotros una atención en la vida , una atención sobre el mundo. Atención que me va haciendo conciente de mi propio cuerpo al experimentar el mundo, es decir: cuando se presenta ante mi una taza y deseo tomarla y lo hago con el brazo que no tengo, se debe a que el mundo me revela la existencia de un brazo que debiera estar en el lugar, lugar donde ahora yace ausente y en tal instancia de manipulabilidad de un objeto me percato que carezco del miembro que quiero utilizar, hallándome en presencia de un miembro fantasma, del cual aún sigo teniendo conciencia en mi movimiento sobre el mundo, miembro del cual he reprimido su ausencia, por temor al reconocimiento de su ausencia:
“No comprendemos la ausencia o la muerte de un amigo sino en el momento en que esperamos de él una respuesta y en que sentimos que ya no habrá tal respuesta; por ello evitamos plantear una interrogación para no tener que percibir el silencio; nos alejamos de regiones de nuestra vida en que podríamos encontrar esta nada, lo cual quiere decir que la adivinamos ”

Es verdad que en el caso del miembro fantasma pareciera que el sujeto ignora su mutilación y cuenta con su fantasma como si fuera un miembro real, pero esto se da al igual que la percepción del cuerpo propio de cualquier sujeto normal, ya que cada uno de nosotros no tiene necesidad de una percepción clara y articulada de su cuerpo, pues basta con tenerlo a nuestra disposición
El poseedor del miembro fantasma no lo ha perdido pues sigue contando con él al modo en que yo sigo sintiendo la presencia de mi amigo fallecido. En ello, tenemos que la presencia del miembro fantasma no es una representación, sino la presencia ambivalente de un brazo, por ejemplo. El rechazo de la ausencia de este miembro no es una decisión, no se da al nivel de la conciencia tética. La única forma de comprender bien este fenómeno es en la perspectiva del ser-en-el-mundo.

“Lo que en nosotros rechaza la mutilación y la deficiencia es un Yo comprometido en determinado mundo físico e interhumano, que sigue tendiéndose hacia un mundo a pesar de las deficiencias o de las amputaciones, y que, en tal medida, no las reconoce de jure ”

El rechazo a la ausencia es el reverso de nuestra inherencia en el mundo, la negación a lo que se opone a nuestro movimiento cotidiano en el mundo, a nuestra situación actual. Tener un brazo fantasma es intentar seguir abierto a las posibilidades de usar tal brazo que me presenta el espacio en el que estoy inserto.

“El cuerpo es el vehículo del ser en el mundo, y tener un cuerpo es, para el ser viviente, unirse a un medio definido, confundirse con ciertos proyectos, comprometerse en ellos permanentemente ”

En el proyecto de continuar con sus actividades habituales en el mundo, de pintar un cuadro, de escribir música, el cuerpo del individuo que carece de una parte de su cuerpo, sigue experimentándose como un cuerpo íntegro, en el mundo que se le ofrece, como posibilidades de ser, encuentra la certidumbre de su integridad. Y en el mismo instante en que las actividades mundanas le ocultan su miembro, las mismas le recuerdan que carece de él ya que la taza le pide una mano que no tiene, por ejemplo y esto se debe a que tenemos conciencia de nuestro cuerpo por medio del mundo y del mundo por medio de nuestro cuerpo .
En tal experiencia del miembro ausente, el enfermo experimenta el cuerpo habitual –el que tenía el brazo- y el cuerpo actual – el que carece de brazo-. Y en ello vivencia el mundo personal de su presencia actual, donde carece de brazo ante la taza que le pide ser tomada y el cuerpo habitual, que quiere coger la taza a pesar de carecer de brazo. Experimentando objetos como manejables por su brazo sin poderlos manejar, pues lo manejable deja de ser lo que manejo actualmente y se convierte en lo que se puede manejar, dejando de ser manejable para mi, revelando su ser manejable en sí, dando cabida desde el mundo de mi intimidad subjetiva – mi medio-, el mundo desde mi punto de vista al mundo en general – la superficie donde ejecutamos nuestros actos-, aquel que comparto con los otros, pues

“En torno al mundo humano que cada uno de nosotros se ha fabricado, existe un mundo general al cual hay que permanecer primeramente para poderse encerrar en el medio particular de un amor o una ambición ”

Y en este mundo en general, que es razón común de todos los medios y teatro de todos los comportamientos, que exige manos izquierdas cuando carezco de ellas, establezco una distancia de mi mundo particular que ocupa mi mundo práctico y me abro al mundo en general. Renunciando a esta parte de mi espontaneidad, me comprometo en el mundo que comparto con los otros a través de mi cuerpo, por que soy conciencia de un mundo que pide lo que yo no poseo, develando en ello su ser en-sí, subsistente y lleno, que exige el cuerpo habitual, de todos pues

“(…) es una necesidad interna de la existencia más integrada darse un cuerpo habitual. Lo que nos permite ligar uno con otro, lo fisiológico con lo psíquico, es justamente que reintegrados a la existencia, ya no se distinguen como el orden del en-sí y el para-sí y que los dos están orientados hacia un polo intencional o hacia un mundo”

En nuestro ser-en-el-mundo, en nuestra existencia vivimos el entrelazamiento de mi cuerpo y el mundo, de mi alma y mi cuerpo, develándose cada uno en el movimiento del vivir como la unidad que soy, en lo cotidiano como una totalidad. Donde

“La unión del alma y del cuerpo no está sellada por un decreto arbitrario entre dos términos exteriores, uno objetivo y el otro sujeto. Se lleva a cabo en todo instante en el movimiento de la existencia ”


De la forma anteriormente descrita, es como se me presenta el mundo en relación a mi cuerpo, penetrándome, siendo parte de mi ser, y a la inversa; así es como mi cuerpo se me presenta en relación al mundo y del mismo modo se me presenta mi cuerpo para mi: como un todo que envuelve todos mis miembros

“ya no será el simple resultado de unas asociaciones establecidas, en el curso de la experiencia, sino una toma de conciencia global de mi postura en el mundo intesensorial, una forma en el sentido de la Gestaltpsychologie ”

Siéndome dado como una espacialidad de situación: dinámico, posible, un todo que se presenta como tal en su actividad. Un espacio corpóreo que podrá apreciarse mejor si comprendemos a través del otro, lo que es mi cuerpo y mis relaciones con el cuerpo de los otros.

c. La experiencia del Ser-para-otro o los co-espectadores de mi cuerpo.


Encarnados en el mismo mundo común para todos, al existirlo, al moverme en su espacio, voy descubriendo que mi solipsismo es una metáfora de mi subjetividad. Ya que al transitar por las calles choco con otros, los esquivo, los miro, me miran, nos hablamos, conversamos, reímos. Cuando tomo un libro y comienzo a reflexionar, aparecen los cuerpos que lo empastaron, que lo vendieron, que lo editaron, que lo escribieron, que lo pensaron. La experiencia de lo otro y del Otro, se da a partir de un yo que se cree solipsista, pero se halla a si mismo luego, conviviendo en una comunidad de otros yoes, generando mundo. Tal creencia de ser conciencia solipsista se da por que la experiencia parte del para-sí, punto de vista del cual no puedo arrancarme, pues es lo que soy. Si bien es cierto, que en la experiencia que tengo del mundo, cuando se me presenta el Otro ahí delante, se da en mí, también es cierto que este se resiste a ser una representación mía, ya que su sola presencia cuestiona mi estatus de sujeto, al percatarme – de una manera que se explicara en breve- que el Otro es otro como yo, un sujeto, otra individualidad al modo de la mía, con la que co-existo.
El Otro se me presenta como cuerpo, en primera instancia y desde mi ser-para-sí me pregunto por él: ¿Qué será aquello que tiene cierta semejanza conmigo, que se me aparece en medio del mundo, al modo en que se me presentan los objetos? Y luego aprecio que habla como yo, respira, siente y vive el mismo mundo y el shock es inminente –si me creía individualidad sola- ¡hay otro como yo!¡Hay otros como yo! ¿Serán realmente como yo?, en un preguntar originario, que en lo cotidiano no se da, pues el Otro es otro sujeto como yo y nada más, en la convivencia mutua, pero ante ello –el reconocimiento de la alteridad del Otro a partir de mi identidad- hay una explicación. La cual apreciaremos en palabras de Sartre y Husserl.

Ser-para-otro es la mirada del otro sobre mi cuerpo, es lo que es mi cuerpo para un observador que no soy yo y es mi mirada sobre un cuerpo que no es el mío. En ello, sería un error interpretar mi cuerpo a partir de las acciones de los otros , es decir, pensar que mi cuerpo es para mi al modo en que se da ante mi el cuerpo ajeno. Ya que el cuerpo ajeno se me presenta como lo no-yo en la mundaneidad, en primera instancia perceptiva, al modo en como se me dan los otros objetos, como instrumento en medio de otros instrumentos.
El otro se me da como un utensilio que hace y que maneja utensilios, dándoseme al modo de una máquina-útil. Si interpreto el papel de mi cuerpo a la luz de mis conocimientos del ‘cuerpo del otro’, me consideraré como Dotado de cierto instrumento del que puedo disponer a gusto y viéndolo así, siendo esta máquina-utensilio podría disponer de los otros (como cuerpos instrumentos) respecto al fin que persigo (ya sea material, político, económico, bélico).
Como veo que el cuerpo del otro como un útil, al presentarse fuera en medio del mundo de útiles, tengo la tendencia a servirme de él, al modo en que me sirvo de una pala para cavar un agujero en la tierra. Como si fuera mi manipulable, mi instrumento para algo:

a) Para lograr fines que no podría logar por mi solo.
b) Para comandar sus actos
c) Para provocar sus actos por medio de los míos (manipular).

Ante estas posibilidades de acción sobre el cuerpo del otro, debo tener precaución, ya que el cuerpo del otro no es un útil y si lo fuera sería el más delicado y peligroso objeto, ya que requeriría que mi ser también fuera un útil para poder manipularlo, pues según Sartre ‘Para manejar el cuerpo del otro tengo necesidad de un instrumento que es mi propio cuerpo’, lo que involucra olvidar la humanidad subjetiva del otro, olvidar su para-sí y me lleva a la remisión sobre la comunidad de objetos mundanos, manejables, utilizables, destruibles: medios para fines, como el de la muerte .
Si soy un útil que maneja otro útil, podría manipular el cuerpo del otro para matar, para dañar a otro, para conquistar territorios, para enriquecerme, para torturar, para satisfacer mis deseos carnales y en ello caemos en la trasgresión de los principales derechos universales: los derechos humanos.
Derechos cuya trasgresión, en la actualidad, hemos apreciado en guerras económicas y en sus consecuencias destructivas, en violaciones de la dignidad del hombre, en la perdida del valor de la vida del otro, como ser-para-sí, como ‘existencia conmigo’ en el mundo.

“Así, si concibo mis órganos sensibles como los del Otro, requieren de un órgano sensible para percibirlos; y si capto a mi cuerpo como un instrumento semejante al cuerpo del otro, exige un instrumento que lo maneje; y si nos negamos a concebir este recurso al infinito, entonces nos es preciso admitir la paradoja de un instrumento físico manejado por un alma ”

Si nos vemos como útiles nos enfrascamos en relaciones de utilidad paradójicas, que remiten a confusas aporías donde requerimos cada vez de más útiles en la manipulabilidad de los otros seres. Ya que mis relaciones con este instrumento (yo) y aquel instrumento (tú) serían meramente técnicas, lo que termina por remitir al infinito de la utensilidad, en una abstracción que sólo es posible en el solipsismo mental, alejándose de la carne que vivencia el útil y experimenta la vida del otro en su tránsito en el contexto mundo.
Para evitar este tipo de razonamientos abstractos que disuelven la vida humana en un objeto, es menester la restitución del aspecto ontológico que vimos más arriba: nuestro ser para-sí, para-nosotros.
Pero ¿Cómo sé que no es un objeto ese cuerpo que observo como ajeno?
Su ser sujeto, la subjetividad del otro, no es algo que se pueda percibir al modo en que percibo las cosas de mundo, su psiquismo no es algo que me esté dado ya.
El fenómeno del cuerpo del Otro ante mi es algo que Husserl explica por medio de dos funciones: La apresentación y el apareamiento.
Lo primero que percibo del otro es su cuerpo, su psiquismo no me puede ser dado directamente por definición. El psiquismo del Otro sólo me puede ser apresentado , mediante el cuerpo que vivo, único cuerpo vivo animado que percibo desde dentro y que funciona como el paradigma vivido .

“Es a partir de mi propio cuerpo, por medio de una transposición aperceptiva del sentido de mi cuerpo al cuerpo del otro, que puedo percibir al Otro directamente como cuerpo y apercibirlo como sujeto psíquico ”

Es decir que mi cuerpo le dona sentido al cuerpo del otro y es por ello que identifico en él un mundo subjetivo semejante al mío, es una transferencia de sentido de la apercepción del uno conforme al otro, que se da si mi cuerpo está siempre presente como percepción interna, de sus límites y gracias a la experiencia de las cinestecias vividas de sus funciones .
Para que esto ocurra es necesario que:

1º El cuerpo del Otro no deje de anunciarse como tal, como cuerpo animado, como otro, lo cual permite la comprensión del hecho de que el tro tene un cuerpo, manos que tocan, etc..
2º Intrafección [impatía] de ciertos estados de un nivel psicológico superior que también se revelan orgánicamente como comportamientos exteriores, como la cólera, la felicidad.

En ello es importante observar que el otro así constituido se presenta en mi mundo primordial como una modificación intencional de mi yo, pero de antemano con el sentido de otro yo , por la apercepción de él. Esto se debe a que yo soy el centro corporal de un mundo primordialmente orientado alrededor de mi y a partir de este punto de referencia percibo y experimento los objetos y seres humanos que se hallan fuera. Aunque para el Otro él sea el centro de referencia del mundo que percibe.
En la transferencia de sentido que se da a partir de mi cuerpo al cuerpo del otro se aprecia otra función: Paarung o apareamiento. En esta función los objetos que se aparecen ante mi se dan ante mi conciencia simultáneamente como juntos y distintos, pero su sentido objetivo es mutuamente intercambiable . Y esto es lo que se da en el caso del ego y del alter ego, sin reflexión ni razonamiento. Cuando el cuerpo del Otro se aparece en mi campo perceptivo se produce el Paarung, que me permite instantáneamente percibirlo como un cuerpo vivo análogo al mío.

La confusión paradójica, de la observancia de mi cuerpo como instrumento manejado por un alma y del cuerpo del otro como útil, se debe a la forma en que, en el hábito, estamos insertos en el mundo, junto a otros objetos, donde percepción (del objeto) y acción (de mi cuerpo) se dan sin distinción en el entramado mundanal. Pero yo no existo el mundo al modo del útil, pues soy proyecto, trascendencia del mundo y del objeto, mi ser está dado más allá del aquí, en mi futuro realizado y por aparecepción analógica me doy cuenta que lo mismo le ocurre a los Otros cuerpos humanos. Aunque mi acto perceptivo se entremezcle con el útil en el entramado mundanal, al modo del cuadro de Cézanne, aunque formen uno en el acto de utilidad mano-lápiz producto de mi actividad, pues yo existo el lápiz cuando lo uso, y en tal utilidad el lápiz me devela mi ser aquí, me devela a mi mismo como ser mundano, como existencia actual que trasciende el lápiz, cómo punto de referencia de los demás utensilios, mientras el lápiz se queda aquí, en su ser dado, mientras yo aún no soy, por ser trascendencia, futuro.

“[…] mi mano se ha desvanecido [en la serie trazar-caracteres-sobre-el-papel-con-el lapiz-que-sujeta-mi-mano-en-este-momento]; está perdida en el sistema complejo de utensilidad, para que este sistema exista. Es simplemente el sentido y la orientación del sistema ”

Soy existencia ordenadora y dadora de sentido del mundo. El complejo de utensilidad, mi vivencia perceptiva, me devela mi estar-siendo-en-el-mundo aquí y ahora en actividad. Me devela mi presente, sustentado en el pasado, proyectado hacia mi actividad futura. En este desvanecimiento de mi cuerpo en la utilidad del objeto que manipulo, mi acción en el mundo se da al modo de un útil a simple vista, por ser uno en el acto perceptivo con el útil y el mundo, por efecto de mi actividad en él, pero aquello no se debe a que mi cuerpo sea un útil, pura presencia a otro, puro presente y actualidad como los objetos mundanos. Se debe a que me inserto en el mundo, campo de utensilidad, al modo de un útil, por mi adaptación al útil, pero no soy un instrumento que empleo, pues lo somos, lo existimos. Mi cuerpo se me presenta en el mundo como adaptación a los utensilios

“ […] no tengo-de adaptarme a él ni de adaptarle otro utensilio, sino que él es mi propia adaptación a los utensilios, la adaptación que yo soy”

y en esta adaptación me confundo con ellos, sin ser uno de ellos. Yo existo mi cuerpo, lo soy, por este motivo no es mi instrumento ni mi propiedad en modo en que lo sería un objeto.
Esta adaptación al útil en el tejido mundo fondo, lo único que revela de mi, no es mi ser útil pues soy existencia, sino que hace presente que no soy una pantalla entre mi subjetividad y las cosas. Al estar experimentando una situación, mi cuerpo forma con el mundo y los útiles una totalidad sintética que muestra a mi cuerpo como la individualidad y contingencia de mis relaciones originarias con las cosas-utensilios, es mi vivencia del mundo, mi existencia del mundo a través de las cosas, siendo cada útil un indicador de la singularidad, de la particularidad mi cuerpo.
A partir de la situación, de mi actividad existencial en el mundo, mi cuerpo se aparece como la totalidad sintética de la vida y la acción, determinando el todo el movimiento y sentido de las partes . Situación que manifiesta que existo en el mundo y utilizo objetos para mi existencia, y en aquella actividad me mezclo con el mundo al modo en que los cinco bañadores no son los mismos sin el entramado cuadro-mundo, ni el mundo es el mismo sin el cuerpo del ser humano que lo vive y lo va creando en su actividad.

KM.

I. El cuerpo en movimiento
Movimiento normado del cuerpo
a. Comportamiento urbano y disciplina
“Son actos enteramente impropios y vulgares: 1º poner un pie sobre la rodilla opuesta; 2º apoyarse en el asiento que ocupa otra persona, y aún tocarlo ligeramente con las manos; 3º mover innecesariamente el cuerpo, cuando se está en un piso alto; (…); 7º estornudar, sonarse o toser con fuerza, produciendo un ruido desapacible; 8º reír a carcajadas o con frecuencia; 9º llevarse a menudo las manos a la cara, hacer sonar las coyunturas de los dedos, jugar con las manos, con una silla o con cualquier otro objeto[1]
Las normas que moldean el comportar humano han existido en todas las sociedades “civilizadas”, pertenecen a la descripción de la representación social del cuerpo, aquello que lo define como ciudadano normal, lo cual le posibilita interactuar con los otros previniendo el roce y las asperezas, la guerra, la lucha que le son tan primitivas al ser humano urbano y sin embargo son parte de su negada naturaleza animal.
Una vez terminando de leer la cita anterior se paraliza nuestro cuerpo, la respiración se hace lenta, se corrige la postura de la espalda, se cierra la boca y se baja la mirada, si estamos en algún evento público o reunión social, pues este tipo de normas de urbanidad expuesta por Carreño nos exige buenas formas del comportamiento corporal, lo que implica su control de nuestra parte, dejando de lado cualquier indicio de animalidad, pues sería “impropio” y vulgar dejar que el cuerpo carnal, frente a los otros, se mueva a sus anchas, suelte sus ventosidades y excreciones pues podría provocar que tales conductas fueran imitadas y la moral se viera transgredida y, al parecer, la moral asumida y respetada es algo imprescindible para la armonía de un sistema.
La animalidad del cuerpo es un aterrizaje forzoso sobre la fáctica naturalidad de nuestros movimientos a diferencia de la propuesta naturalidad aparente y delicada que las normas de un buen comportamiento social nos moldean, agrediéndonos, mutilándonos en nuestra naturaleza y convirtiéndonos en la máquina que maneja el yo, olvidando que este yo es cuerpo y no un yo que tiene cuerpo
“No soy un yo-alma-piloto que contempla la avería que se produce en mi nave. Soy, de alguna manera un yo-todo que siento y experimento el dolor, la sed, el hambre[2]
que se pedorrea, que caga, que orina y excreta las mucosidades de sí. Si no lo hiciera no sería cuerpo, ni estaría vivo, sino que sería un objeto más del mundo. Si reprimiera al extremo mis movimientos físicos de entrada y salida, para llegar a ser una máquina perfecta, enfermaría y de nada serviría ser un yo, sin este cuerpo, al menos en el mundo de la vida corriente. Pero se sigue pensando en el vocabulario común del mismo modo en que pensó alguna vez Descartes:
“Mi esencia consiste en únicamente esto: que soy una cosa pensante. Y aunque acaso (o mejor…, con certeza) tenga un cuerpo que me está estrechamente unido, dado que, sin embargo, por una parte, tengo una idea clara y distinta de mí mismo en cuanto soy únicamente una cosa pensante, no extensa, y, por otra parte, tengo una idea distinta del cuerpo, en cuanto es únicamente una cosa extensa, no pensante, resulta cierto que soy realmente distinto de mi cuerpo y que puedo existir sin él[3]
Encontrando en ello una clara distinción entre lo que soy yo y el cuerpo que soy, pensando el mundo desde una subjetividad que no aprecia que me muevo en él gracias a este cuerpo psíquico, considerando aquello como la otra moneda de la verdad, sino como mera opinión
“Las cosas que pertenecen a la unión del alma y del cuerpo no se conocen más que oscuramente por el entendimiento solo, ni incluso por el entendimiento ayudado de la imaginación, sino que se conocen con mucha claridad por los sentidos (…) haciendo uso sólo de la vida y de las conversaciones ordinarias, y absteniéndose de meditar y de estudiar las cosas que ejercen la imaginación, es como se aprende a concebir la unión del alma y el cuerpo[4]
ya que los sentidos no aprecian correctamente la distinción entre ellos, apreciando una unidad donde no es tal, según Descartes, que medita plácidamente y que en su subjetividad es capaz de apreciar sus autónomas diferencias. No así el ser humano que practica el ejercicio del vivir y no el del sólo pensar. Pero ¿qué hacemos en el mundo? ¿no practicamos el vivir una vez saliendo de nuestra sala de estudio para dirigirnos a la merienda, por ejemplo? El entendimiento puro, al parecer, es el que se olvida de nosotros, cuerpos, cerrando los ojos y encerrándose en su caja. Pero desde aquí le decimos que no puede continuar ocultándose del mundo de la vida corriente, pues en algún momento deberá ir al baño.
Al parecer, Descartes hace una distinción entre este ser humano de la vida y el sujeto pensante y en ello radica esta conjunción yo-cuerpo que no logra ser unión en su razón clara y distinta
“En cuanto es considerado en sí mismo el hombre en su totalidad, afirmamos absolutamente que él es un ente per se, y no per accidens, debido a que la unión por la que el cuerpo humano y el alma se conjuntan entre sí no le es accidental, sino esencial, ya que sin ella el hombre no sería hombre[5]
por lo que vemos en el texto, Descartes distancia el hecho de ser una mujer o un hombre y el hecho de ser un sujeto pensante, y según Rabade lo esencial para el hombre puede no serlo para el yo-sujeto[6]. Aquí cabría la pregunta ¿qué es lo esencial, el pensar puro o la vida?
Este yo- sujeto que piensa, que pretende un razonar claro y distinto, debe recordar que existe en unidad con el cuerpo, no siendo sin él, y tal existencia se desenvuelve en lo diario, es vivenciada y es así como efectivamente existe cada mujer y cada hombre en el mundo, existiendo su cuerpo, sin desmerecer la utilidad de esta razón para el estudio y la ciencia que también enriquecen nuestro entendimiento, meditación subjetiva que nos permite comprender lo que vivimos y experimentamos, en un cuerpo.
Este cuerpo que soy yo[7], que vivo, que es lo visible de mi ser, que tiene contacto y experiencia con el mundo- sea clara y distinta o contaminada-, que es la vía de acceso de conocimiento a lo que me rodea gracias al órgano cutáneo, por ejemplo, que lo recubre y me permite sentir el derredor y a los otros seres humanos es, desde la perspectiva moderna
“La naturaleza [que] se presenta como la otredad radical, aquello manifiestamente carente, horroroso, lo complejo que es necesario someter y gestionar[8]
“lo otro” injusta perspectiva que ha de darse a lo que somos cada uno, por ser naturaleza corporal. Nos vemos, cuerpos, como lo que yo no soy, siendo que lo soy y en esta arcaica distinción encontramos un adentro y un afuera en que radica el enfrentamiento imaginario entre un cuerpo que siendo natural es manipulado y vuelto social
“Cómo si la naturaleza fuera lo completamente ajeno, lo exterior, lo extraño, lo indómito y por otra parte lo social [fuera] caracterizado como lo interno, lo domesticado, lo conocido[9]
viendo a este cuerpo como lo extraño, por ser “exterior”, como una de las partes que compone mi ser y que al tener los brazos entrelazándolo, pudiéndolo tocar, manipular y controlar, creemos que también es un objeto como los demás objetos del mundo: manipulables o útiles, sometiéndolo por un copiloto que no existe solo, pues el copiloto es la máquina, en cada una de sus partes.
Como tal copiloto es un adentro, en la tradición, ajeno del afuera y se asemeja al gobernante del que nos habló Platón en su analogía del cuerpo y el estado, en su texto La república, cuando nos dijo
-¿Y no corresponde a la parte racional mandar, por el hecho de ser prudente y tener la misión de vigilar el alma entera, ya la parte irascible, en cambio, no le corresponde obedecer y secundar a aquélla?[10]
es que nuestra estructura social padece de la norma y la prohibición del cuerpo, vista como ley interna que domina lo horrible externo, lo natural aparentemente indómito. Esta ley, manifestación del deseo de “otro” –del que gobierna- , si seguimos el juego de dos realidades unidas, es la que se expresa y pretende el gobierno de los cuerpos, muestra, como en el ejemplo del manual de Carreño, la orientación hacia una correcta disciplina de lo físico, a un adecuado gobierno de un rey que no sabe de sus súbditos, que actúa y norma como si ellos no existiesen concretamente, que carecieran de necesidades y deseos, a los cuales es posible exclamarles con ligereza: “Si no tienen pan que coman tortas”, como si no se estuviera hablando de algo vital, como lo es el hambre, el hambre que padecen los cuerpos, el yo.
En el caso corporal, el yo en sus meditaciones olvida que todo lo que puede llegar a conocer –oler, ver, sentir, oír, degustar- del mundo es gracias a la máquina que lo transporta y que sin ella, y recordando mitos de la infancia, sería un fantasma que deambula, cuyos gritos serían el aire que refresca y sus movimientos serías nubes que entorpecen la luz del sol, nada para nosotros, que nos movemos entre cuerpos, ya sean estos materia concreta o energía densa.
El hambre, necesidad tan propia de los cuerpos orgánicos, tan natural, con apariencia de ley que somete y desasosiega, es claramente menos nociva que una norma perteneciente a la conducta en sociedad que somete, controla y domina de forma constante desnaturalizando el cuerpo. El hambre, evento reiterado que al satisfacerlo nos procura vida y que al prolongarse tal deseo por mucho tiempo nos provoca la muerte, es una necesidad vital y natural, que muchos la clasifican como perteneciente a la ley natural. En cambio, en la ley social, de conductas urbanas, de propiedad, castigos y sanciones que norman la forma de satisfacer un deseo, provoca, más que la muerte -que sería una especie de liberación respecto al cese de un estado de tensión que nos aplasta y quita nuestra individualidad, generalizando nuestra conducta en un plural que no somos nosotros-, nos aqueja en la alienación constante, amaestrándonos en la rutina conductual, que va más allá de la disciplina personal y recae en el dominio, perdiéndonos a nosotros mismos como individuos. Gracias a esta segunda ley formamos parte de una masa que se reprime lo que le es propio: necesidades y deseos vitales con moralismos que niegan al cuerpo como si fuera un objeto más del conjunto mundanal, complicando la vida, creando falsas necesidades, carencias, controles exacerbados, dolores y deseos intensificados.
“Fórmase entonces una política de coerciones que constituyen un trabajo sobre el cuerpo, una manipulación calculada sobre sus elementos, de sus gestos, de sus comportamientos. El cuerpo humano entra en un mecanismo de poder que lo explora, lo desarticula y lo corrompe. Una “anatomía política”, que es igualmente una “mecánica del poder” (…) [para que el cuerpo] opere como se quiere, con las técnicas, según la rapidez y la eficacia que se determina[11]
Lo que procura la ley sobre los movimientos corporales, que de una forma sutil refiere en uno de sus casos a un autodominio del comportamiento corporal en urbanidad, es, en uno de sus fines, la disciplina de sus ciudadanos, por medio de la dominación del cuerpo la cual incluye, como forma de control, de manutención y respeto de esta, además de la autodisciplina[12], el castigo corporal, que no solo refiere al castigo físico en el caso en que los policías retienen a un delincuente y lo golpean antes de encarcelarlo –algo tácito en la ley- sino que también el posible encierro de este cuerpo y con ello la tortura psicológica que implica. Teatralidad que se hace pública y se exagera en los medios de comunicación para que su efecto de “temor” paralice al cuerpo y lo restrinja de infringir la norma. Es un efecto directo sobre el cuerpo pensante.
El ver cómo un delincuente es detenido y encarcelado a través de la señal televisiva surte el mismo efecto que provoca el colgar un malhechor en la plaza pública o quemar una bruja: con el fin de limitarse cada uno en si mismo de tales prácticas por miedo a que nos ocurra lo mismo y para que tales conductas nos parezcan dignas de castigo y avalemos el control físico a través del moldeamiento de la opinión, por intermedio de los medios audiovisuales, junto con el respeto que, en obligación ciudadana, se merecen este tipo de normas que han dejado de lacerar al cuerpo explícitamente y el asumirlas implícitamente como parte de nuestro comportamiento habitual, siendo el intermediario, ahora, de un castigo que se pretende sea sobre el alma[14].
¿Qué se ha de lograr con este control corporal, con esta disciplina del cuerpo que nos relata Foucault y los medios de comunicación en su teatralidad?
El ejercicio del poder del gobernante sobre sus súbditos, la voluntad del piloto sobre la máquina, para, cuál mecánico, conocer, indagar, oscultar en cada espacio de su artefacto con el fin de procurar la armonía de su correcto funcionamiento. Para distribuir cada parte en su lugar correspondiente, efectuando clasificaciones y reagrupaciones. Cómo hacen los estados con los individuos que forman parte de él, según nuestro autor, que logra ver el ejercicio del poder en el médico que registra nuestro cuerpo, cuando nos clasifican según enfermedad y discapacidad, en centros médicos, hospitalarios, psiquiátricos, tiradero de las piezas defectuosas de la máquina hasta que un tornero bien capacitado, gracias al avance de la ciencia, pueda reconstruir la pieza; en el profesor que enseña la disciplina correspondiente y los contenidos mínimos de movimiento al alumnado, como el programador del circuito de movimientos de la pieza de la máquina; todo esto a favor de la armonía de un movimiento mayor: el del sistema social, movimiento generalizado en una especie de nivelación que nos convierte en el ciudadano promedio, cotidiano, normal, normado: en el uno.
Este movimiento normado, que se nos escapa de la impresión inmediata, es lo que somos a diario al transitar por las calles públicas, al tomar el transporte público, al ver la televisión pública, donde los otros desaparecen como individualidades distinguibles y nos parecemos a los otros en nuestro tránsito mundano, sujeto a una especie de dominio de los otros[15], en este convivir cotidiano que nos hace idénticos al resto, donde cada cual es el otro y ninguno sí mismo, como en un escuadrón militar, donde soy lo que hago, mis movimientos al unísono.
Heidegger nos dice, respecto a este uno que formamos con los otros, que el Dasein, ese ser que es cada cual, en lo cotidiano no es él mismo quien es, sino que los otros le han tomado el ser, refiriéndose a que hacemos lo que se debe hacer dejando de hacer lo que nosotros deseamos o decidimos pues en el ya no decidimos y que afecta el movimiento de cada uno en lo cotidiano, otros que no son seres determinados, con una identidad fija, sino que podría ser cualquier persona, nadie en específico: el uno, dominio que cada cual no advierte y que acepta al ser un ser social, al ser parte de los otros, donde se disuelve el Dasein propio en esta manera corriente de ser que tienen los otros entre los cuales yo también estoy inmerso y formo parte de ellos.
“El uno se mueve en la medianía de lo que se debe hacer, de lo que se acepta o se rechaza, de lo que se le concede o niega el éxito[16]
en ello hayamos su nivelación aquella que se desprende del término medio dentro del cual el Dasein se mueve en lo cotidianto, la medianía, dentro de parámetros de normalidad de comportamiento, de esta forma
“Gozamos y nos divertimos como se goza; leemos, vemos y juzgamos sobre literatura y arte como se ve y se juzga (…) El uno, que no es nadie determinado y que son todos (pero no como la suma de ellos), prescribe el modo de ser de la cotidianidad.”
el uno, este impersonal que no es nadie en específico y que aún así no es una nada, nos indica con sus parámetros como debemos movernos en el mundo, qué debemos hacer, pues es parte de nuestro modo de ser. Es parte de las tendencias del Dasein, sin ir al fondo de las cosas, insensible a todas las diferencias de nivel y autenticidad[17], que en su carácter de público o publicidad
“oscurece todas las cosas y presenta lo así encubierto como cosa sabida y accesible a cualquiera”
Cosa que no incomoda al Dasein cotidiano pues aliviana su ser en el mundo ya que el uno satisface sus requerimientos, decide por él y nadie se hace responsable de los efectos ya que no hay alguien que deba responder por algo, despojando a cada Dasein de su responsabilidad. Esta liviandad y ligereza que emana el uno a cada cual es parte de nuestra estabilidad social, en el co-estar cotidiano, donde el sí mismo del Dasein se pierde o se confunde.
Al menos esta cómoda alienación normativa tiene una salida, si así se desea
“El uno no es la especie de cada Dasein, ni se lo puede encontrar como una propiedad permanenete en este ente[18]
Ya que, como nos encontramos dispersos en este uno, podemos llegar a encontrarnos
“Cuando el Dasein descubre y aproxima para si el mundo, cuando abre para si mismo su modo propio de ser[19]
apartando encubrimientos, quebrantando las disimulaciones con las que nos cerramos frente a nosotros mismo, es decir, reconociéndonos: yo un ser mundanal, un cuerpo que vive en el mundo y que cobra sentido en él; una vez que se abra para si mismo, que se descubra, que sepa si es un copiloto en una nave, si es la nave, si debe o quiere, sabrá si se pertenece realmente y vivirá aquella pertenencia. Antes, no. Es muy cómoda la situación anterior.
Así las piezas de la maquina podrían cobrar vida autopensante, cuando se dan cuenta de que pueden salir del uno, se revelarían si se les abren los ojos al conocer la ciencia del bien y del mal: la voluntad personal!
b. Coerción sexual
Un hombre que conciente demasiado los placeres del cuerpo solo se haya condenado a errar presa de un completo desasosiego[20] en cambio un hombre de alma ordenada, prudente y dócil lleva una vida bella, santa donde se alcanza el poder de vivir sin el cuerpo[21]nos diría Platón, despreciando de esta forma la carne: el cuerpo y la vida misma, pretendiendo escapar a la corrupción que emana de sus movimientos y del placer que es tan suyo, pero ¿cómo escapar de esta corrupción si estamos en el cuerpo o mejor dicho somos un cuerpo? Pareciera la muerte la salida posible y más recurrente en la literatura.
Ya desde Platón nos encontramos con las prohibiciones de la carne[22] suceso que se puede apreciar, más tarde y con mayores detalles en las religiones cristianas y por ende en todas las culturas donde su doctrina, arraigándose en ellas, fue acogida o impuesta a la fuerza, utilizando la sangre del cuerpo que rechaza como corrompido, para doblegar a los fieles- cuestión contradictoria-.
Estas prohibiciones corporales que involucran al llamado pecado original, pretenden el orden y la formación de la comunidad cristiana como lo exige Dios, al ser comunión de 3 personas, creando al hombre no como individuo, sino como pareja[23], para que formen una misma familia y comunión[24] todos los seres humanos, donde no cabe lugar para el placer carnal que es netamente individual y personalizado, además aleja de su fin a la sexualidad: la reproducción; la incorrupción de un alma noble es a lo que se quiere llegar, a la cual se le prometía un cielo -lleno de placeres físicos- encontrando en el cuerpo y más tarde en el placer y el deseo, el mayor enemigo del alma santa.
Conforme el tiempo pasa, estas prohibiciones sobre el pecado de la carne van abarcando otros movimientos del cuerpo y del pensamiento. En el texto practique du sacrament pénitence ou méthode pour l’administrer utilement de Habert, el cual Foucault comenta en su libro Los anormales, que data de fines del siglo XVII y principios del XVIII, podemos apreciar las nuevas formas que comienza a adoptar las prohibiciones sobre el cuerpo, que ya no solo engloban el coito, como placer carnal evidente, sino también otros aspectos del cuerpo, en un sentido individual, prohibiciones que terminan por anular su singularidad
“La forma primera del pecado contra la carne es haber tenido contacto consigo mismo: es haberse tocado, es la masturbación. En segundo lugar, luego del tacto, la vista [mirar objetos deshonestos y sentir placer o deseo]. (…) En tercer lugar la lengua (…) los discursos deshonestos, las palabras sucias. Las palabras sucias dan placer al cuerpo; (…) Cuarto momento, los oídos. Problema del placer al escuchar palabras deshonestas, discursos indecentes[25]
cayendo, con ello, ya no sólo, las prohibiciones, en el contacto sexual con los otros cuerpos, sino también en el contacto del cuerpo consigo mismo y en cada detalle sensitivo que le pertenece y le permite el conocimiento. Se centra el pecado original en todo él, en todos sus sentidos, el cuerpo completo es pecado, lo que provoca que sean rastreados, en cada parte suya, en examen de conciencia, los demonios que incitan al error y al temblor sudoroso del pensamiento excitado. Se haya la prohibición de movimiento, ahora, en su sensualidad completa, comprendiendo los demonios del deseo y placer[26].
Deseo y placer que se incrustan en los movimientos sensuales de la carne y del pensar, nichos del mal, lo que provoca la censura de su sexualidad animal y el erotismo que le es propio, incluso las ideas que provoque un pantalón ajustado a la piel de un hombre bien dotado, ideas que, según lo que hemos venido relatando, son el mayor mal de la conciencia limpia y razonable, son su pesadilla de corrupción y concupiscencia encarcelante, siendo la vuelta más paupérrima a la animalidad, de la que se pretende diferenciar este ser humano que intenta ser más un yo puro que un cuerpo pensante, viviente en una comunidad armónica donde los unos ayuden a los otros.
Lamentablemente, en el intento de liberar a un alma de la cual ni siquiera tengamos la certeza de su distinción del cuerpo, estamos lacerándonos y enclaustrándonos, quitándole la libertad de movimiento a todo lo que somos a simple vista externa, a los más naturales movimientos del cuerpo, a nuestra singularidad sensual y erótica, para formar parte de una unidad que desune y hace que perdamos la originalidad de nuestra formas, tránsitos, quehaceres, pensamientos y maneras de expresión. En pocas palabras: se deja mudo al cuerpo, se coarta su lenguaje, se mancillan sus palabras y su mensaje se extingue en un oscurantismo que, a modo de doctrina, pretende hacer prevalecer un solo discurso, siendo que la verdad se compone de todas las caras de la moneda, sin importar su valor de verdad, cuestión que discerniremos luego con la razón, tal vez. Censuran la oposición a un argumento que pretende ser el único posible, se oculta y se le demoniza en un mito de si. Tal oposición es el lenguaje de la carne que piensa, el cual, efectivamente, requiere ser liberado en su discurso, movimientos, en su ser existencia.
"Sólo los gnósticos osaron hacer estallar el polvorín y afirmar que, para ser eficaz, toda sublevación, toda oposición al mundo, toda pretendida liberación espiritual o social debe liberar primero el sexo[27]"
y en ello encontramos la afirmación más reveladora: Liberar el sexo. Es cierto que se les acusa a los gnósticos de fornicarios, incestuosos o sodomitas pero acaso ¿hay en ello un mal efectivo? ¿Un daño, a la humanidad, irreparable? La negatividad de sus actos solo esta a un nivel de juicio moral, el cual sigue y pretende la predominancia del copiloto del cuerpo, con caracteres religiosos alejados de su sentido erótico original[28] y de yoes puros que podrían deambular sin el cuerpo.
Es cierto que hoy, el cuerpo para la religión, sobre todo en sus manifestaciones sexuales y eróticas, es algo desvalorado y parte de lo corrupto, pero también es cierta su semejanza primigenia.
En ello fue bastante observador Georges Bataille.
En ambos casos: religión y erotismo, para nuestro autor, se da la tendencia a la continuidad del ser y en ello radica su similitud. En el plano del erotismo él la explica a partir del hecho biológico de la unión celular, lo que correspondería a la continuidad primera que anhela el ser, dónde el espermatozoide y el óvulo, seres discontinuos, distintos uno del otro, forman una continuidad en un punto exacto a partir de la desaparición de ambos, su muerte. Una vez terminada la unión ya toma forma este nuevo ser que, luego de experimentar la continuidad, forma parte de la discontinuidad.
“Nos resulta difícil soportar la situación que nos deja clavados en una individualidad fruto del azar, en la individualidad perecedera que somos. A la vez que tenemos un deseo angustioso de que dure para siempre eso que es perecedero, nos obsesiona la continuidad primera, aquello que nos vincula al ser de un modo en general[29]
Esta unión de seres orgánicos que depositan en el útero sus células, en el acto sexual, en este movimiento erótico propio de los seres humanos, también experimentamos la continuidad del ser, en el orgasmo; especie de desfallecimiento de los cuerpos en que se experimenta una disolución del uno en el otro que dura algunos segundos, para luego volver a experimentar la discontinuidad vivida. Por la fusión de dos seres en una situación extrema (orgasmo, éxtasis), llegando al mismo punto de disolución. Semejante al acto de matar en el ritual del sacrificio sagrado, donde el ser activo: el sacrificador, frente al público presente, da muerte al sacrificado, al ser pasivo, abriendo su discontinuidad cerrada, el cuerpo, fusionándose dos seres en extremo acontecimiento, permitiendo a la vez, la experiencia de continuidad a los presentes, en este acto dramático ya que según Bataille para nosotros que somos seres discontinuos, la muerte tiene el sentido de la continuidad del ser[30]
url.jpegEl sacrificio y el erotismo revelan la carne en una desnudez indecente para el hombre, y de ella emana un deseo obsceno que intenta contener. Tal desnudez de la carne se opone al ser cerrado que la vida pretende conservar evitando la muerte, pues lo abre y le permite comunicarse y desplegarse más allá del repliegue sobre sí mismo, abriéndose a la continuidad por aquellos conductos secretos dándonos el sentimiento de obscenidad perturbando la supuesta posesión de nosotros[31].
“El sacrificio es una novela, un cuento ilustrado de manera sangrienta. Es (…) una representación teatral, un drama reducido al episodio final en que la victima, animal o humana, desempeña solo su papel, pero lo hace hasta la muerte 64
Y tal teatralidad es la que permite, al contemplar la muerte de otro, que a los espectadores se les devuelva y revele la continuidad perdida, por unos instantes, alcanzando el conocimiento de la continuidad en experiencia personal, pensando que la muerte que vemos es la propia. Pero esta experiencia de continuidad no esta exenta de limitaciones como el “no matarás” y el “no cometerás adulterio”, ya que consta de una violencia tal que atemoriza al ser humano por su arrancamiento del ser (violencia en el acto sexual y en el acto de matar), por ello los sacrificios de carne humana se reemplazaron en algunas comunidades por sacrificios animales, para evitar el deseo de dar muerte a otro, aún así en ello existe una misma identificación y experiencia, ya que la prohibición no previene el deseo, es más, insita a su transgresión, al pecado.
Hoy en día el sacrificio se mantiene en un ritual, por ejemplo, cristiano de canibalismo al comer y beber la sangre de Cristo en cada ceremonia. Con la misma intención de teatralizar la muerte del sacrificado.
“La continuidad divina está vinculada a la transgresión de la ley que funda el orden de los seres discontinuos. Los seres discontinuos que son los hombres se esfuerzan en preservar la discontinuidad. Pero la muerte, al menos su contemplación, los devuelve a la experiencia de la continuidad”61
Tal ley es la prohibición de la muerte por la vida que la excluye, que preserva la discontinuidad. Por la vida del ser humano que huye de la violencia animal y se limita, por temor a ella, que es menos nociva que la violencia racional reprimida, que pierde su naturalidad[32].
Esconde sus cadáveres, esconde el erotismo de su cuerpo y en tal prohibición, sin querer, ve exacerbado el deseo de transgredir la norma, por su anhelo de continuidad, por el deseo de lo ilimitado que pertenece a la esfera sagrada que es querida por su consecuencia profunda[33], transgresión que es el motor del erotismo el cual es la alternativa del ser humano a una sexualidad animal que se le niega, siendo que
“la prohibición, fundamentada en el pavor, no nos propones solamente que la observemos. Nunca falta su contrapartida. Derribar una barrera es en sí mismo algo atractivo; (…) Nada contiene al libertinaje (…) y la manera verdadera de extender y de multiplicar los deseos propios es querer imponerles limitaciones (…) Nada contiene al libertinaje… o, mejor, en general, no hay nada que reduzca la violencia”
Es decir, la naturaleza se abre paso, de la forma que sea y tal contenido de alguna forma debe escurrirse de aquello que lo gobierna de mala forma.
Cuadro de texto: 2 L'enchaîné (Las cadenas) Piere Molinier.L'enchaîné, autoportrait.jpgLa sexualidad es innegable, los comportamientos sexuales y eróticos son reales, de todo tipo y variedad, somos un cuerpo y el erotismo nos es tan propio como la piel que nos recubre. Y consideramos que posee un discurso en sus movimientos, un lenguaje que desea expresarse transgrediendo lo prohibido, fuerza que lo motiva.
Existen actos más inhumanos que tener relaciones sexuales con cualquiera, que coger con la hermana o meterle el dedo en el ano a otro- recordando lo que se dice de los gnósticos- acciones que se practican en culturas humanas variadas y que se mueven en esto con la naturalidad con la que respiramos cada mañana al despertar y no por ello se destruyen sus comunidades o sus yo se pierden en el infierno pecador. El que la sexualidad vaya más allá de la mera reproducción no es un pecado, no es el mal de la humanidad, ni la perdida de su conciencia, pertenece simplemente al erotismo que lo encarna en cada pasión o deseo, en su semejanza de visión hacia la continuidad como en la religión.
“Erotismo: se define por la independencia del góce erótico respecto de la reproducción considerada como fin[34]
El erotismo es lo que nos diferencia de la sexualidad de los animales, es la representación del goce sexual, del deseo, pues todos los seres humanos han hecho de su actividad sexual una actividad erótica[35] donde la penetración es solo un agregado más a este movimiento del ser que despliega todo su repertorio estético en el acto del cuerpo erótico.
“Toda operación del erotismo tiene como fin alcanzar al ser en lo más íntimo, hasta el punto del desfallecimiento[36]
El erotismo en la sexualidad del ser humano es la remisión más íntima a la vida[37] que podemos concebir, pues involucra el unísono del pensamiento y el movimiento conciente. Más íntimo que el puro pensamiento, es la mezcla del lenguaje de movimiento que carece de la palabra hablada y que se nutre en la multiplicidad de interpretaciones de su despliegue físico y del pensamiento que se hace presente en su piel extendida o doblada. Los movimientos de la pasión erótica son como su piel, naturales y propios, no lo deshumanizan, ni le pervierten en un ser corrupto, que más bien se vuelve tal al encarcelar sus deseos. Una vez asumiendo el erotismo de los cuerpos y su positividad, el discurso del cuerpo se libera y cura las heridas que han dejado las cadenas de la norma corporal y merman las ideas que el deseo intenta cumplir en el hecho, disminuyendo la tensión. El cuerpo desnudo se abre al mundo y es posible que su voz se oiga en un lenguaje de movimiento.
El liberar el erotismo, el transgredir la prohibición seductora, en el sentido antes descrito no significa que el placer y el deseo nos alienen en su escape en una permanente satisfacción, saciando cada deseo que nazca de nosotros cada vez y que caigamos en una nueva cárcel y que aquello sea lo que pretendemos con todo esto. Nos referimos, más bien, a escuchar y vivir su discurso, la teatralidad de sus desplantes, como seres pensantes más que seres que racionalizan enclaustrando el vivir, por ello preferimos hablar de erotismo respecto al lenguaje sexual del cuerpo. Para aclarar más este punto nos referiremos al discurso cínico antiguo, en el cual encontramos el sentido más lucido a lo que respecta al movimiento corporal y sus placeres.
No cualquier placer es un bien. Sólo lo es el placer del cual uno no ha de arrepentirse[38]
esta cita refiere al placer que requiera ser saciado por que su deseo provoca una tensión tal que obstaculiza nuestra libertad de movimiento y pensamiento, hablando de una moral relativa que independiza los movimientos juzgables del individuo y no lo diluyen en una moral universal que no le es propia y lo disuelve. De este modo este placer nos lleva al bien pues aleja la tensión que enturbia el pensamiento.
El placer no es un mal si “no se impone a la voluntad y si, aunque la alcance, permite que ésta conserve su soberanía y despliegue su energía (…) siempre que, queriéndolo, uno se asegure de no dejarse dominar por ninguna tiranía interior ni exterior" El sabio domina y se domina a sí mismo. Nada es malo, salvo lo que entorpece su potencia y su poder. Todo debe poder ser un ejercicio en pos de alcanzar la plena disposición de uno mismo. Es bueno todo lo que no impide que la voluntad impere. El placer sólo es bueno o malo relativamente y no en sí mismo, como con frecuencia se nos quiere hacer creer[39]
En este razonar Diógenes de Sínope, discípulo de Antístenes, se masturbaba en la plaza pública o cagaba en medio de un discurso, pues no permitiría jamás que un deseo alienara su pensamiento prefiriendo una economía de gastos[40], lo que nos parece un movimiento conciente del cuerpo, un cuerpo vivido, es decir, se piensa actuando, se desea resolviendo, se contiene y se expulsa en ves de retener los deseos que podrían ir acrecentando su magnitud y esclavizar nuestro yo al no ser saciados, en una exacerbación que se alejaría de lo concreto. Recordemos que el deseo nunca cumple sus promesas, y si lo que promete no se sacia y se incrementa en la imaginería podría transformarse en un placer insaciable que enferma el libre movimiento, alejándolo del pensamiento presente del aquí y el ahora, donde el individuo es capaz de discernir.
En este punto el cuerpo pensante alcanza una libertad de hecho y acción, pues las necesidades, la supuesta ley del cuerpo no lo dominan pues antes de que genere una tensión alienante en él, es saciada. Si tiene hambre come, si quiere masturbarse se masturba, si quiere practicar el coito lo practica y el deseo desaparece en el instante en que surge y cuando resurja será nuevamente saciado y en ello el único demonio sería el copiloto que le niega al cuerpo el saciar su hambre y la divinidad seria el cuerpo pensante que vive naturalmente. El cuerpo como su propio Dios. Cada uno de nosotros, cuerpos, como nuestros propios dioses.
Movimientos del cuerpo vivido Shopenawer, Nietzsche, Sastre, MP
El químico ventosea, defeca, mea y se masturba en pública calle, ante los ojos del ágora ateniense; desprecia la gloria, se ríe de la arquitectura, niega el respeto, parodia las historias de los dioses y de los héroes, come verduras y carne cruda, se tumba al sol, bromea con las meretrices y dice a Alejandro magno que no le quite el sol: Pero, ¿qué es esto?”
(ideas posteriores)


[1] Carreño, Manuel. Manual de Carreño, Capitulo 9 año1996. Editorial zig-zag
[2] Rabade, Sergio. Experiencia, cuerpo y conocimiento. Madrid 1985. Consejo superior de investigación científica. P 173.
[3] Descartes, René. Meditaciones metafísicas. Meditación VI-VII (edición electrónica, ver libro)
[4] Extracto de Carta a la princesa Elizabeth, citado por Rabade, Sergio. Experiencia, cuerpo y conocimiento. Madrid 1985. Consejo superior de investigación científica. P 171.
[5] Extracto de Carta a Regius. Ídem. P 174.
[6] Ídem.
[7] Este yo como cuerpo vivido será explicado extensamente en el capitulo II.
[8] Oyarsún, el dedo de Diógenes. P. 284 (revisar cita)
[9] Oyarsún, misma página.
[10] Platón. La república. Editorial renacimiento. Chile 1980. P 196.
[11] Foucault, Michel. Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión. Editorial siglo veintiuno. Argentina año 2003. P 141.
[12] Que según Foucault es distinta de la esclavitud por que no es una apropiación del cuerpo o del ascetismo donde cada cual ejerce dominio sobre su cuerpo.
[13] Estas imágenes pertenecen a una práctica comunitaria que se lleva a cabo en Bolivia debido a la ineficacia y ausencia policial en la zona, y el aumento de la violenta delincuencia en el lugar. Los ciudadanos han tomado la ley con sus propias manos y cuelgan estos espantajos con la intención de amedrentar a los ladrones que los asechan. Supuestamente en cada lugar donde se cuelga el espantajo, se ha colgado a un delincuente.
[14]. Ídem P 18-20.
[15] Heidegger, Martin. Ser y tiempo. Capítulo 4, parágrafo 27. P. 151.
[16] Ídem.
[17] Ídem, p 152.
[18] Ídem, p 153.
[19] Ídem, p 153.
[20] Platón, Fedón. P. 108.
[21] Platón Fedón. P. 114.
[22] Algo que se comentó en detalle más arriba.
[23] Génesis 1, 26-27
[24] Mateo 22,1; Lucas 14, 15
[25] Foucault, Michel. Los anormales. Fondo de cultura económica. Argentina. Año 2000. P 180-181
[26] Ídem, p 181-183
[27] Frases de Jacques Lacaniere en Les gnostiques, p 111. Citado por Onfray, Michel. Cinismos, retrato de los filósofos llamados perros. Editorial Paidós, Buenos aires. Año 2002. P 26-27
[28] Pues el erotismo y lo religioso no están tan distantes como se piensa.
[29] Bataille, Georges. El erotismo. P.11
[30] P. 9.
[31] P 13
[32] P 28, cap II. PP
[33] P 67
[34] No por ello se opone a la reproducción, pues ambas apuntan a la continuidad del ser. Bataille, Georges. El erotismo. Página 9.
[35] Ídem, p 9.
[36] Ídem, p 12.
[37] En su sentido de trascendencia.
[38] Frase de Antístenes (filósofo Quínico), citado por Onfray, Michel. En su texto Cinismos, retrato de los filósofos llamados perros. Editorial Paidós, Buenos aires. Año 2002. P 148.
[39] Ídem, p 150. Citando a Rodier, G., "Antisthéne", en Etudes de philosophie gircijue, pág.
28.
[40] Ídem.