viernes, 18 de diciembre de 2015

domingo, 11 de mayo de 2014

Performance de Katherine Supnem en segunda casa/taller Galería Conejo.

En el marco del evento Contra el acoso callejero femenino, realicé la performance CULPA en la segunda casa taller de Galería Conejo.

Reflexionando acerca del acoso, se me presentaron las ideas más básicas respecto al tema y que es menester mencionar:
-La acción del acosador.
-La pasividad del receptor.
-La pasividad del espectador.

¿Por qué una acción violenta, como la lascivia, genera inactividad/pasividad?

¿Por qué el espectador, pudiendo elegir entre accionar u observar, decide observar pasivamente?

Mi país se caracteriza por ser culposo y religioso ¿Dónde está la culpa? En la mujer/cuerpodemujer que recibe la violencia verbal de la lascivia y en el espectador que se siente culpable de entrometerse en la intimidad de dos sujetos en "cortejo de apareamiento"
¿Dónde está la culpa del lascivo?¿Dónde está el caracter religioso de mi país culposo en ese ciudadano?

LA CULPA DEL ACOSADOR SE ESFUMA EN EL RESPALDO DEL MACHISMO: "ESTOY CORTEJANDO A LA HEMBRA PARA APAREARME, MEREZCO SER DEJADO EN PAZ. SE VE TAN RICA, CÓMO NO GRITARLE LO QUE MI PENE NO PUEDE EYACULAR DENTRO DE ELLA".

Con la performance culpa, quise hacer un llamado a los cuerpos femeninos -no sólo a las mujeres, sino a los intersexuales y transexuales que padecen acoso por presentarse como cuerpos femeninos también- a borrarse la culpa que recae sobre sus cuerpos, una culpa social y mental. Sin la culpa mental, la social va perdiendo poco a poco su fuerza; esa fuerza se nos devuelve y una vez recuperada, luego del desvanecimiento de la culpa, la transformamos en resistencia.

En mi acción, primero mostré los objetos donde recae la culpa o que me permiten verla:

-El espejo que refleja el cuerpo (la visión de los otros sobre mi cuerpo femenino).
-El rosario y la imagen de la virgen (la religión).
-La carne misma (Mi torso descubierto, inscrito por la culpa)

1. Mi sociedad me dice que yo tengo la culpa, por poseer cuerpo de mujer y por dejar entrever mis partes pudendas. Entonces proclamé, en la acción, que YO TENGO LA CULPA.
2. Borré con saliva (elemento íntimo y propio de mi cuerpo para limpiar heridas y para disolver alimentos) la culpa sobre mi cuerpo. Un tipo de acción balsámica mental. Entonces DUDÉ DE MI CULPA.

Falta la expiación del cuerpo que soy/somos.

3. Saqué de mi vulva un rosario, porque la religión está tan dentro de nosotros que no la vemos y la tenemos incrustadas en todas las formas de entender nuestro cuerpo y nuestra relación culposa con los otros cuerpos. Entonces tuve la certeza de que LA CULPA NO ES MÍA.

¿Quién, entonces, debe hacerse responsable del acoso y la violencia hacia la mujer/cuerpodemujer?
La respuesta es:
TODO/AS NOSOTRO/AS.

4. Entonces saqué un cartel, a modo de protesta que decía que la culpa es de los vouyeristas inactivos, que presencian la violencia y no hacen nada y al no moverse, son cómplices de esa violencia y la culpa de la persona violentada se multiplica por cada uno de los observadores y ya no puede moverse ni reaccionar, no puede defenderse.

Hago un llamado al espectador pasivo a reaccionar, a colaborar en contra de los acosadores o violentadores. No más palabras, no más visiones HAGAMOS ALGO.

Fotografías por Nicol Caro Paredes (Shobie, de NubeArbol)

















jueves, 6 de marzo de 2014

No robarás, no matarás al pueblo.



Performance art realizada en la iglesia de los Sacramentos. Santiago de Chile. 11-12-13. 11:30 am. En el marco de las elecciones presidenciales para el año 2014 «No matarás, no robarás al pueblo».

Texto:
No me solapo tras mi rostro de mujer, ni apelo a la iglesia, señoras candidatas a la presidencia de Chile. Me encapucho porque soy del pueblo y exijo un mínimo de consecuencia y sentido común, por sobre todo.

Video art realizado por Constanza Lobos.
Body Artista: Katherine Supnem.
Fotógrafía fija: Clo Rouge.

Performance Silencio Ausente, video registro por Patricio Catalán.


Ver explicación en etiquetas.

viernes, 19 de abril de 2013

Performance Síntesis.

Elementos en escena:
Cuelgan ramas blancas de árboles cortados de mi casa.
Cuelgan lienzos con las definiciones de locura y cordura.
Cuelga un lienzo con mi nombre.
Cuelga un cuadro en donde aparece una persona amarrada con cuerdas, envuelta en una sábana. Detrás de ella, se encuentran unos carteles con las definiciones de locura y cordura.
Cuelga un cuchillo de punta redonda.

Antes de comenzar la presentación, se muestra la última performance, en donde aparece una persona amarrada con cuerdas y sábanas.

Entran dos hombres arrastrando a una mujer envuelta en sábanas y cuerdas (yo).
Es dejada en el piso y se aprecia que comienza a llorar.
Todos esperan a que salga de las amarras, pero se queda en el suelo, por unos quince a veinte minutos.
Adentro, entre las sábanas, mientras fui arrastrada por la sala de literatura, iba `pensando si todo esto valía la pena. Iba pensando si valía, el espectador, el sacrificio emocional, el sacrificio físico. Iba pensando si el arte valía mi vida entera, tendida ahí, adentro, en las amarras. Luego pensé que no estaba ahí por ellos, los espectadores, ni por el arte, estaba allí por mí.
Hace pocos meses me había ido de casa, con una sensación de odio y repudio. No los quería volver a ver nunca más, lo odiaba demasiado, a todos: por pensar que todo los que les sucede es producto de su mala suerte y no de sus acciones, por quedarse sin jugársela por lo que quisieron, por estar atrapados en el limbo del hogar paternal, por no crecer, por no vivir. Yo estaba viviendo en ese momento, mi vida dedicada al arte. Estaba tendida y lloraba, no quería salir, deseaba que todos se fueran. Me arrepentía tanto de estar ahí tendida, haciendo de lo que soy un espectáculo. No quería ser su show, no soy su espectáculo, no era actuación, era tan real que no podía moverme. Me dolía el espíritu, estaba siendo torturada por mí misma, estaba replicando las torturas realizadas en mi hogar. Sentí miedo. Tenía miedo de salir, de verles la cara, tenía y tengo miedo de dedicarle mi vida al arte, de entregarme por completo al arte.
Dejé de llorar y huí como pude debajo de la mesa, tenía tanto miedo, me sentía una niña pequeña indefensa. Tenía miedo de mí misma, de volverme loca, tenía miedo de la gente que me miraba. Debajo de la sábana todo parecía bien, no podía ver sus ojos. Estaba dentro del útero.
 Debajo de la sábana, tenía un collar de alambre y las puntas se incrustaban en mi cuello y no me dejaban respirar. La soga estaba demasiado firme y no podía desvincularme de ella. Corrí hacia el cuchillo y rajé la sábana. Al fin podía respirar. El agujero me permitía ver las piernas de las demás personas pero no podía ver sus rostros. Ya no tenía mucha conciencia de lo que estaba pasando, deseaba que todo estuviera dentro de mí para no tener que salir de mí misma, entonces tomé el cuadro amarillo y me lo tragué. Lo introduje dentro de mi traje de sábana, a través del agujero que hice con el cuchillo. Me arrastré por el suelo y el cuadro desapareció para el espectador.
Me senté en el suelo ¿y me sentí aliviada? No, aún tenía el cuchillo en la mano y me sentía angustiada. Lo tomé, lo puse sobre mi pierna, presioné sobre la carne y dije: no lo necesito y lancé el cuchillo lejos de mí.
Comencé a sacar de mi piel un tatuaje que hice en mi brazo, de grietas sobre una pared. Lo limpié y me levanté del suelo. Comencé a tomar las ramas que colgaban desde el cielo con hilos transparentes y las rompí una a una: no lo necesito, no lo necesito, no lo necesito, me repetía a mí misma, en voz alta, una y otra vez.
Esas ramas las traje de mi casa, de la casa de mis padres. Las pinté de blanco una por una. Cuando las llevé al lugar de la acción -la terraza de la sala de literatura- en época navideña, un señor que estaba en la calle y me vio cargándolas, me dijo: ¿Qué significan? y como por intuición le respondí: representan a mi padre y sentí una extraña sensación de alivio y seguí caminando con la carga pesada, como quien cargaba una cruz, a pleno sol. Las rompí una a una y quedándome con la última, la amarre a mi cuello, caminé con ella, hasta que decidí decir la última vez: no lo necesito.
Me fui de la sala, estaba cansada. Caminé hacia el baño y ya no tenía fuerzas, me sentía frágil, pero con una fuerza nueva dentro de mí.
Volví, vestida, junto a las personas que eran mis amigos y conocidos cercanos, intenté balbucear una explicación pero ya no podía hablar.
Al finalizar, cuando todos ya se fueron, con mis amigos cercanos algo perturbados, intenté hacer como si nada y brindar, pero ya nada era lo mismo. Mi amigo Jorge-no sé qué tipo de amistad es la nuestra- me regaló una croquera que el mismo pintó, con algunos dibujos adentro. Estaba devolviendo lo que yo le había dado alguna vez. No sé qué significaba eso. No lo pensé. Me acompañó a mi casa y luego me fui sola. En la biblioteca quedaron colgando mis cuadros y quedé yo estallada, como quien explota producto de una bomba: de dentro hacia afuera, impregnada en las paredes, en la gente que me vio siendo arrastrada, en los niños que estaban perturbados, en sus padres asustados.
Los entiendo, yo también le temo a la locura y me gustaría ser normal, pero me tocó la diferencia y ahora la he elegido, porque en la diferencia soy yo misma.

















viernes, 5 de abril de 2013

Tres cabezas. Realización de video art.


Perfromista Katherine Supnem
Videísta Constanza Lobos
Fotografía Fija Pablo Villarroel.